Como sabes, llamamos apego al vínculo que establecen los niños con sus adultos de referencia, especialmente con sus madres o su cuidador principal. Esa relación, con sus características y particularidades, definirá el estilo de apego desarrollado por el niño. Y esto, a su vez, condicionará otras relaciones que ese niño vaya construyendo a lo largo de su vida. Por eso es importante que los padres seamos conscientes de la importancia de cuidar los lazos que nos unen a nuestros hijos desde el primer día, poniendo de nuestra parte todo lo que podamos para crear relaciones de apego seguro.
Por supuesto, no existe una receta ni un libro de instrucciones que te ofrezca la garantía de conseguir que tus hijos desarrollen vínculos de apego seguro. Es una tarea larga y delicada, un camino que no se recorre con grandes pasos, sino con cada pequeño detalle. Sin embargo, hay cuestiones generales que podemos tener presentes, que funcionarán como brújula y mapa en ese extenso recorrido. Soraya Sánchez, psicóloga y asesora de familias, nos explica cada una de ellas en el curso «Claves para criar desde el apego seguro». Una de las condiciones imprescindibles para que puedan darse relaciones de apego seguro es la asimetría.
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¿Qué es una relación asimétrica entre madre e hijo?
Puede sonar raro. Las personas tendemos a relacionar lo simétrico con lo armónico y con lo equilibrado. Sin embargo, la armonía y el equilibrio en una relación entre un adulto y el niño al que cuida y protege dependen exactamente de lo contrario. Lo que se necesita es asimetría: no puede haber igualdad entre las dos partes. Esto significa que una mamá y su hijo no están en la misma posición. La madre debe estar en un plano superior. No se trata de una cuestión de poder, sino más bien de responsabilidad. Porque, al fin y al cabo, es ella quien toma las decisiones, soluciona contratiempos y es garante de tranquilidad y bienestar.
Piensa en lo que hace un niño de 18 meses cuando se encuentra ante un problema que no se siente capaz de afrontar, o cuando necesita consuelo. Desde luego, no se pone a buscar soluciones, ni pide consejo a una persona de confianza, ni propone un debate para analizar pros y contras de las alternativas a su alcance. Lo que hace es recurrir a su adulto de referencia. "Mamá o papá saben qué hacer en cada momento", señala Soraya Sánchez. ¿Cómo crees que se sentiría ese niño si tuviese que buscarse la vida, por ejemplo, para satisfacer su hambre? ¿O si no recibiese un abrazo reconfortante después de una caída? Su tranquilidad depende de que un adulto le acompañe y resuelva sus necesidades. En eso consiste la asimetría.
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¿Cómo se construye una relación asimétrica con vínculo de apego seguro?
Los ejemplos anteriores son simples y se comprenden fácilmente. Pero los niños no sólo necesitan que les transmitan seguridad ante situaciones límite. Es preciso que la estabilidad fluya en todo momento, que evitemos que se vean ante circunstancias o dilemas que aún no están preparados para resolver. Con el tiempo podremos mostrarles nuestras dudas, incluso compartirlas con ellos; pero los primeros años de vida no son un momento adecuado para exponerles a esa incertidumbre.
Cuidar la asimetría de la relación exige observar con atención nuestros gestos, actos y palabras. Antes decíamos que se trata de un asunto ligado a la responsabilidad. Imagina que estás comiendo con tu hijo de 2 años y llevas un rato advirtiéndole que si sigue jugando con la cuchara, acabará echándose la sopa por encima. Pero el niño, como niño que es, insiste. Y tu presagio termina cumpliéndose: la sopa acaba por todas partes excepto dentro del plato. Es posible que tu paciencia se agote y decidas levantarte de la mesa suspirando "contigo es imposible, haz lo que quieras, yo ya no puedo más". No hay mala intención, pero tus palabras descargan en el niño una responsabilidad que no está preparado para gestionar. No puede "hacer lo que quiera", no todavía. Es apenas un detalle... pero el apego es cuestión de detalles.
Como podrás imaginar, existe también el peligro opuesto: convertirnos en padres rescatadores, incapaces de respetar decisiones que los niños sí pueden tomar por sí mismos. Igual que la creación de vínculos de apego seguro, el desarrollo de la autonomía es una carrera de fondo repleta de pequeños retos y obstáculos. "Solemos cometer el error de asociar mayor autonomía en los niños con mayor comodidad para nosotros como padres", advierte Alberto Soler, psicólogo y profesor del curso «Cómo fomentar la autonomía en los niños».