Mientras la cantidad de niños y niñas con sobrepeso y obesidad crece, los padres miramos hacia otro lado. No sólo en España y Europa, sino en el mundo entero. Esto, por duro que suene, es lo que indican los datos más recientes. Las autoridades sanitarias internacionales alertan sobre una cuestión que ha adquirido proporciones epidémicas sin que se propongan soluciones contundentes a gran escala.
Un 40.6% de los niños y niñas españolas de entre 6 y 9 años de edad tiene exceso de peso. Más concretamente, hay un 23.3% en niveles de sobrepeso y un 17,3% que padece obesidad. Sin embargo, casi el 90% de los padres de estos menores no percibe los problemas. A menudo creemos que se trata de algo normal o de poca importancia. Son datos del Estudio ALADINO 2019 sobre la Alimentación, Actividad Física, Desarrollo Infantil y Obesidad en España. Este informe supone una llamada de atención muy severa para todas las familias, no sólo para aquellas con menores en situación de sobrepeso. Se calcula que la alimentación de tres de cada cuatro niños españoles debería mejorar sensiblemente.
Pero la obesidad infantil es un problema a escala mundial; y lo es desde hace mucho tiempo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la cifra de menores de 5 años con sobrepeso u obesidad creció más de de un 28% entre 1990 y 2016. Si las tendencias actuales se mantienen, en 2025 podría haber hasta 70 millones de niños pequeños con sobrepeso en todo el mundo. Ampliando el rango hasta la adolescencia (menores de 19 años), actualmente hay 340 millones de jóvenes con exceso de peso en el planeta. Cardiopatías, diabetes, trastornos osteomusculares como artrosis, ciertos tipos de cáncer y otras discapacidades son algunas de las consecuencias a las que se enfrentan.

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Las principales causas de la obesidad en niños y adolescentes
¿Cómo es posible que los índices de obesidad infantil estén creciendo fuera de control? ¿Por qué la tendencia es tan preocupante en casi todos los países? Como es evidente, hablamos de un problema social de gran complejidad. "Las políticas, los entornos, las escuelas y las comunidades son fundamentales, pues condicionan las decisiones de padres y niños", apunta la OMS. Desde este organismo se destaca la necesidad urgente de que "los alimentos más saludables y la actividad física regular sean la opción más sencilla (accesible, disponible y asequible)". Sólo de este modo podremos encontrar soluciones globales.
Durante los últimos lustros hemos experimentado cambios críticos en nuestro estilo de vida. Y esas modificaciones, sin darnos cuenta, explican en parte la incidencia de obesidad. Ha aumentado drásticamente la ingesta de productos hipercalóricos, grasas y azúcares, en detrimento de los nutrientes saludables. Además, nuestro ocio es cada vez más sedentario. ¿Cuántos niños utilizan a diario videoconsolas, tablets y ordenadores? ¿Cuántos pueden disfrutar de entornos naturales y actividades al aire libre al menos una vez al mes? "Los niños necesitan contacto directo con la naturaleza, la oportunidad de experimentar por sí mismos sin intermediarios", recuerda Katia Hueso, profesora del curso «Educar en la naturaleza». Vivir en la ciudad no es excusa: sobran alternativas para ofrecer educación en la naturaleza, si queremos hacerlo.
No podemos ignorar que hay factores socioeconómicos relacionados con la incidencia de la obesidad infantil. Las familias con menos ingresos son, en términos generales, más vulnerables al exceso de peso. Con todo, ciertos casos tienen más que ver con la información que con los recursos económicos disponibles. "Comer sano no es caro. El problema es que los productos insanos son muy baratos", expone Miguel Ángel Lurueña en el curso «Qué le doy de comer a mi hijo».

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¿Qué podemos hacer los padres para luchar contra la obesidad infantil y adolescente?
Ofrecer lactancia materna siempre que sea posible es una de las primeras medidas que las mamás pueden tomar para proteger de la obesidad a sus hijos. La OMS hace hincapié en esta práctica como medida de prevención para lactantes y niños. Iniciar la lactancia materna en la primera hora de vida, mantenerla como alimento exclusivo durante 6 meses y prolongarla hasta los 2 años o más son las claves señaladas por la organización.
A medida que los niños crecen, los padres debemos seguir prestando atención a la dieta familiar. Esto pasa por mejorar nuestros conocimientos sobre nutrición, porque planificar los menús no siempre implica comer mejor. "Lo que comemos afecta a nuestra salud y nuestro bolsillo. ¿Sabemos comprar alimentos? Las estadísticas dicen que no", sostiene Miguel Ángel Lurueña en el curso «Cómo hacer una compra saludable».
No debemos cometer el error de pensar que la alimentación de los niños se resuelve enviándoles al comedor del colegio. "El peso de una buena nutrición recae siempre en el hogar, aunque un niño coma en la escuela a diario", indica Julio Basulto en el curso «Comer en el comedor escolar». Además, en nuestra mano está buscar alternativas para un ocio más activo y saludable. La OMS recomienda al menos 60 minutos diarios de actividad física para niños y adolescentes, tiempo que muchos no suman ni siquiera en una semana. Apostar por el contacto con la naturaleza o por opciones como el yoga en familia están al alcance de todos.