Seguro que recuerdas el primer día de escuela infantil o colegio de tu hijo. Sus temores, sus llantos, sus nulas ganas de separarse de ti. La certeza de que la familia es todo su mundo, un mundo que no dejará de crecer desde ese momento. Pero sin duda, recordarás también la primera vez que ese niño, varios centímetros más alto, te pidió exactamente lo contrario: que no le acompañases hasta la puerta del instituto. O quizá que no le besaras delante de sus amigos al despedirte. La adolescencia es una etapa repleta de cambios. Algunos pueden detectarse a simple vista y otros sólo los siente ese niño que se está convirtiendo en un joven. Pero algo que los padres solemos percibir son los cambios en las referencias. Inevitablemente, la familia deja espacio a otros grupos sociales; y la relación con sus iguales pasa a tener gran importancia para el adolescente.
Aunque ese primer beso negado sea una espinita, seguro que comprendes que tu hijo crece y tiene nuevas necesidades. Es muy probable que tengas presente tu propia adolescencia y muchos momentos inolvidables con tus amigos. Por eso es natural que las alarmas se enciendan cuando la situación es la inversa. ¿Qué ocurre cuando advertimos que un adolescente no tiene relaciones sociales? Nuestro primer impulso suele ser ponernos en lo peor y asumir que hay problemas graves de fondo. La realidad es más compleja y difícil de gestionar. Los motivos por los que un adolescente no tiene amigos o sufre para consolidar relaciones pueden ser muy variados. Y desde luego, si los padres nos dejamos llevar por el nerviosismo no haremos más que multiplicar la presión.
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Cuando un adolescente no tiene amigos, lo primero es comprender qué ocurre
La adolescencia es una época de conquista de la autonomía, de altibajos frecuentes a nivel de autoestima y de cambios bruscos en el comportamiento y la manera de pensar. Dicho de otro modo, un adolescente dedica mucho tiempo y muchas energías a buscar su propia identidad. Busca dentro de sí mismo y también en el entorno que le rodea. Por eso, si crees que tu hijo puede tener dificultades en sus relaciones sociales, quizá sea oportuno reflexionar sobre su personalidad antes de dar por hecho que hay problemas. Aunque el cuerpo nos pida hacer algo para ayudarles, es peligroso actuar antes de observar, escuchar y averiguar qué sucede realmente.
No sería buena idea afrontar igual una conversación con un joven tímido que hablar con uno que ha tenido un duro desencuentro con sus antiguos amigos. Tal vez el motivo de esa soledad sea que no se siente seguro de sí mismo, pero también es posible que le resulte difícil relacionarse si desconfía de los demás. Puede que se haya distanciado de sus amigos si han surgido diferencias en cuanto a gustos, costumbres o incluso horarios. Quizá nuevos intereses hayan despertado en él, pero no encuentre a nadie con quién compartirlos. Muchas amistades se construyen a partir de la afinidad; y si ésta desaparece, el vínculo puede debilitarse.
Son apenas un puñado de ejemplos. La lista de posibilidades es prácticamente infinita. De ahí que no puedas hacer gran cosa si lo único que sabes es que "no tiene amigos". Necesitas conexión y comunicación para profundizar en el asunto.
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Buscando la manera adecuada de comunicarte con tu hijo adolescente
Como probablemente sepas, la comunicación con adolescentes es una de las asignaturas más complicadas en la carrera de la educación. Un día puede haber fluidez y al siguiente sólo silencios incómodos. Conseguir que la comunicación mejore es difícil, pero un solo traspiés puede hacer que empeore súbitamente. Antes de pisar el terreno de la intimidad de un adolescente, aunque sea de puntillas, conviene pensar y elegir con sumo cuidado el momento y la forma.
Si vas a entrar en el cuarto de tu hija para hablar con ella, deja en la puerta tus expectativas. Seguro que hay un montón de cosas que quieres decirle, pero la conversación será más productiva si dedicas mucho más tiempo a escuchar. También querrás darle buenos consejos, pero es posible que necesite que te pongas en su lugar. No que le juzgues desde tus principios, ideas y experiencia, sino que hagas un intento sincero de comprender lo que siente, por extraño que te resulte. Sólo así podrá haber conexión.
Recuerda que la relación con sus padres es para los niños el modelo de referencia para construir relaciones con otras personas. Cuidar la conexión desde el primer día es la mejor estrategia para los lazos sean fuertes cuando llegue la adolescencia. Con todo, ni siquiera eso garantiza que en esa etapa no surjan contratiempos.
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