Los prejuicios, mitos e ideas equivocadas sobre el colecho están ampliamente difundidas. Si tu familia descansa de esta manera, es probable que hayas escuchado comentarios de recelo en más de una ocasión. Algunos se repiten constantemente. Por ejemplo, el que asegura que practicar colecho provoca -indiscutible e irremediablemente- que los niños sean menos autónomos. No existe evidencia científica que permita afirmar tal cosa, pero muchos papás y mamás están convencidos de ello. Del mismo modo, si 'confiesas' públicamente que tu familia practica colecho, siempre habrá alguien preparado para advertirte que "estás creando un hábito muy difícil de romper".
Lo primero es tener claro que al hablar de sueño hablamos de una cuestión íntima y personal. Cada familia debe encontrar una fórmula que facilite el descanso de todos sus miembros, tanto los niños como los adultos. Y lo que funciona a la perfección en un hogar puede resultar ineficaz en otro. Quizá no deberíamos prestar tanta atención a la forma en que nos repartimos por camas y dormitorios y sí pensar más en las necesidades de cada uno. Porque si tu hijo no quiere dormir solo, puede que tenga buenas razones, que no sea un simple capricho. Y responder a las necesidades afectivas de los niños es tan importante como cubrir sus necesidades fisiológicas.
No se trata, por tanto, de que el colecho sea mejor o peor que otras opciones. Se trata de que la alternativa que elijas mantenga cubiertas las necesidades de tus hijos, sin interferir (en la medida de lo posible y lo razonable) en el descanso de los demás.

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Pero, ¿es el colecho un hábito difícil de romper?
El pediatra Carlos González se hace esta pregunta en el curso «Lactancia y sueño». En busca de respuestas, acude a un estudio publicado en 1995 en el boletín de la Societat Catalana de Pediatría. Se trata de una investigación realizada en una zona rural de Cataluña. Los autores encontraron que el 51% de los niños de cinco a doce meses de edad dormía con sus padres. Sin embargo, entre los trece meses y los tres años ese porcentaje bajaba hasta el 28%. Entre los tres y los siete años, la cantidad de familias que seguía practicando colecho era ya residual.
Por supuesto, no se trata de datos concluyentes y definitivos. Pero sí apuntan en la dirección contraria al mito. Si llegados los tres años son tan pocos los que mantienen el colecho, no parece probable que sea un hábito difícil de cortar. Desde luego, el colecho ha sido una práctica frecuente durante la mayor parte de la historia de la humanidad. Continúa siéndolo en la actualidad, aunque exista reprobación social. Y a pesar de todo, no puede decirse que haya muchos adolescentes que sientan la necesidad de dormir a diario con sus padres. Lo común no parece que el hábito resulte difícil de romper, sino que termine de manera natural.
Durante siglos, muchas mamás han encontrado en el colecho una solución para ofrecer lactancia materna a demanda sin renunciar al descanso. Después del destete, hay familias que siguen compartiendo cama y descanso algún tiempo más. Pero cuando se estima que ha llegado el momento del cambio, si las necesidades afectivas están cubiertas y la comunicación es buena, no tiene por qué haber problemas. Tal vez no suceda de una noche para otra, pero acabará ocurriendo. Así que lo difícil no es romper el hábito, sino cuidar la comunicación y el vínculo.

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Entender el sueño desde el nacimiento y durante la infancia
Muchos temores y dudas de los padres tienen que ver con el desconocimiento de las cuestiones relacionadas con el sueño de los niños. Solemos albergar la esperanza de que dormirán toda la noche del tirón bastante antes de lo que en realidad les corresponde. No nos preparamos para acompañar y entender los cambios en los patrones de sueño en cada etapa de la infancia, por ejemplo entre los 2 y los 3 años. Y sobre todo, es habitual que nuestro concepto de autonomía no sea demasiado realista. "Solemos cometer el error de asociar mayor autonomía en los niños con mayor comodidad para nosotros como padres", explica Alberto Soler en el curso «Cómo fomentar la autonomía en los niños».
En el curso «Lactancia y sueño», el pediatra Carlos González nos ayuda a comprender la íntima relación entre la alimentación y el descanso de los bebés. Como sabes, son dos de los pilares de un desarrollo saludable en sus primeros meses de vida, junto al afecto y los cuidados de los padres o figuras de referencia. Además, en el curso «El sueño en la infancia», el psicólogo Alberto Soler nos acompaña en un recorrido por los seis primeros años. Cambios, trastornos del sueño, problemas habituales y estrategias para solventarlos... la información necesaria para que descansar sea un placer y nunca un problema. Sea cual sea la opción que escoja tu familia.