La cuestión de la autonomía de los niños está entre las primeras inquietudes que surgen en los padres. También una de las que se extiende durante más tiempo en el camino de la crianza y la educación. Cuando un bebé nace, aceptamos que es dependiente, que nos necesita para todo. Sin embargo, en muy pocos meses empezaremos a esperar un montón de cosas de él. Pretenderemos que coma por sí mismo, que se duerma solo y que además lo haga en su propia habitación. No mucho más adelante, querremos que deje de pedir estar en brazos, incluso que se vista sin ayuda. Por supuesto, normalmente hay una intención legítima detrás de nuestros deseos. Creemos que es esencial que sea autónomo porque eso es lo que le exigirá la vida. Y a veces lo llevamos demasiado lejos: no sólo debe ser independiente, sino que cuanto antes mejor. Y a cualquier precio.
Lo que no nos planteamos tan a menudo es si nosotros mismos, los adultos, comprendemos qué es (y qué no es) autonomía. Porque tal vez antes de intentar enseñarla, fomentarla o estimularla deberíamos tener una idea clara del significado real del término, en relación a los niños y niñas. En el curso «Desarrollo de los primeros años», la educadora Laura Estremera se detiene a analizarlo. Para ello parte de los conceptos de Myrtha Chokler, doctora en psicología que distingue entre autonomía y falsa autonomía.

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¿Qué necesita un niño para desarrollar su autonomía?
"La maduración precede a las acciones y es condición para el aprendizaje", explica Laura Estremera, "los niños actúan desde lo que ya está maduro, integrado y disponible. Por ejemplo, tal vez una niña sepa caminar, pero si se encuentra con dificultades en determinado momento, volverá a lo que ya está integrado y disponible. En ese caso, el gateo". Por tanto, lo primero que deberíamos tener presente es que la conquista de la autonomía es un proceso. A través de un largo recorrido, el niño no se convierte en un ser independiente; sino que pasa de la dependencia a la interdependencia.
Laura nos habla de tres requisitos para que una acción sea autónoma.
- Querer. Debe nacer de un deseo propio del niño.
- Saber. Debe dominar el 'cómo', saber hacerlo.
- Poder. Debe tener la posibilidad de decidir 'cuánto' y 'cuándo'.
La falsa autonomía surge cuando el querer no surge del niño, sino del adulto. Cuando lo incitamos, lo estimulamos e incluso lo seducimos para que haga algo para lo que quizá no está maduro. "Esto no acelera el proceso de adquisición, sino que lo obstaculiza", advierte Estremera. Además, cuando caemos en este comportamiento le enviamos un mensaje que puede resultarle confuso. Puede interpretarlo como una imposición de cambios, como si le dijésemos que "tal como eres no me gustas". La sobreexigencia puede afectar directamente a su autoconfianza global.
El caso contrario es aquel en que el niño exclama "déjame, yo puedo solo". Una sincera expresión de motivación intrínseca. Por eso es esencial no pensar únicamente en la acción, en si "ya sabe hacerlo solo"; sino también en la autonomía y la seguridad emocional que tiene para llevarla a cabo.

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Condiciones subjetivas y objetivas para que surja la autonomía en los niños
Podemos establecer dos tipos de condiciones para que la autonomía surja de manera natural en los niños.
- Subjetivas. Aquellas que dependen del propio niño. La seguridad afectiva que sienta, su confianza en sí mismo y en el otro... Y por supuesto, un cuerpo que le permita realizar las acciones. También la actitud apropiada: autodesafío, atención e interés genuinos.
- Objetivas. Son aquellas en las que sí podemos incidir los adultos. Crear un espacio sin riesgo, ofrecer materiales adecuados, concederles tiempo para explorar, elegir, jugar y transformar... combinando esos momentos con otros de presencia y cuidados. La parte afectiva es imprescindible en el desarrollo de la autonomía. "Debemos ser su vínculo de seguridad, aceptándolos como son, satisfaciendo sus necesidades para que sepan que siempre estamos ahí", indica Laura Estremera.
"La autonomía no es algo que se enseñe o se fuerce, sino algo que se respeta, tiene sus tiempos y necesita madurez. Anticiparla es anticipar los fracasos. La conquistarán desde lo que ya poseen, desde lo que sí son. Y tendrá una gran implicación a nivel de vínculo, autoconfianza y autoestima", concluye la educadora.
En el curso «Desarrollo de los primeros años», Laura nos ayuda comprender los procesos que atraviesan los niños en el inicio de su vida. Porque para acompañar esos momentos tan importantes, lo primero es entender qué está ocurriendo. Si quieres profundizar en la cuestión de la autonomía, el curso «Cómo fomentar la autonomía en los niños» es para ti. El psicólogo Alberto Soler te explica cómo funciona y se desarrolla esta capacidad en las distintas etapas de madurez, desde la primera infancia hasta la adolescencia.