El adulto pide algo, el infante no obedece y el conflicto explota. Gran parte de los problemas que se producen en el hogar siguen un esquema similar a este. Y eso sin tener en cuenta el agravante de reincidencia, otro clásico familiar. "¡Es que te lo he pedido mil veces!". Es una de esas frases que nos cansamos de escuchar durante la infancia... para acabar cansándonos también de repetirla en nuestra etapa adulta, como madres y padres. Que en un espacio donde conviven varias personas surjan discusiones, roces y desavenencias entra dentro de lo normal. Cuestión diferente es que cuando entramos en un bucle de batallas. Y si de tu boca suelen salir palabras como el manido "¡es que te lo he pedido mil veces!", es probable que estés atrapada en una espiral agotadora.
Alguien dijo que "locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes". Sí, es verdad que tu hijo continúa sin recoger tu habitación después de que hayas formulado esa petición mil veces. Se puede decir que tu solicitud ha fracasado. Sin embargo, sigues pidiendo lo mismo de la misma forma: mil uno, mil dos, mil tres... como jugando el mismo número de lotería semana tras semana. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta que consigas el premio... o hasta que desistas por agotamiento? Por desgracia, hay bastantes probabilidades de jugar a la lotería durante toda la vida sin obtener recompensas significativas.
Entonces, ¿por qué no cambiar de estrategia? Eso es lo que nos propone el modelo de Comunicación no violenta, creado por Marshall Rosenberg. Se trata de analizar y modificar la manera en que pedimos. Es una cuestión importante: cuando pedimos algo, estamos intentando cubrir una necesidad que tenemos.
Más información sobre el curso «Comunicación no violenta»
Los niños necesitan peticiones concretas
En el curso «Comunicación no violenta», la psicóloga Nuria Gallego comienza por explicarnos cómo funciona el cerebro de niños y niñas. Es un aspecto que debemos tener siempre presente. A menudo, mamás y papás confundimos desobediencia con malentendido. Porque un infante en pleno desarrollo, sin los años de experiencia que sí tiene un adulto, puede entender algo distinto —y erróneo— de unas palabras que a ti te parezcan claras e inequívocas.
Veamos un ejemplo. Si alguien te dice "¿podrías ayudarme más?", seguramente el contexto te ayude a comprender cuándo, cómo y con qué necesita ayuda esa persona. Para un niño pequeño no resulta tan sencillo. La mejor forma de facilitarle la comprensión es siendo lo más específicos posible. "¿Podrías ayudarme recogiendo tu taza cuando acabes de desayunar?", suena mucho más concreto. Recuerda que el modelo de Comunicación no violenta propone, siempre que sea posible, optar por la petición antes que por las imposiciones.
Expresa lo que sí quieres que hagan tus hijos
Otra costumbre muy poco eficaz que tenemos los padres es la de pedir en negativo. No grites, no corras, no pegues. Para de hacer eso. Cuando abusamos de la negación y la prohibición, el 'no' acaba perdiendo fuerza. En cambio, cuando utilizamos más el 'sí', un único 'no' es muy potente. Reservar nuestros 'noes' para cuando sean imprescindibles multiplica las posibilidades de que surtan efecto. Además, a través del 'sí' también podemos cortar conductas inadecuadas.
El mensaje "no corras" cumple el requisito de concreción del que hablábamos antes. Sin embargo, decirle "no corras" a tu hija puede dejarle sin alternativas. De acuerdo, no corro, pero... ¿qué hago? Si cambiamos por "¿podrías caminar un poco más despacio?", estaremos deteniendo el comportamiento incorrecto y proponiendo la opción idónea. Incluso podemos hacerlo más completo integrando lo que sentimos y lo que necesitamos. "Cuando corres por la calle me preocupo porque tengo miedo de que te caigas. ¿Podrías caminar un poco más despacio?".
Más información sobre el curso «Orden y Disciplina Positiva»
Orienta tus peticiones a los niños al momento presente
Si quieres hacer peticiones concretas, no puedes ubicarlas en un momento abstracto. "A partir de hoy tendrás tu habitación recogida". La necesidad que deseas expresar es que la habitación esté en orden... pero en realidad, no has dicho cuándo. Especifica el momento en que prefieres que se resuelva el problema; y si es en el mismo en que lo pides, la petición será mucho más clara. "Cuando veo que hay mucho desorden, me enfado porque pienso que voy a tener que recoger yo. Estoy cansada y quiero irme a dormir. ¿Crees que podrías dedicar ahora unos minutos a recoger?", propone Nuria Gallego.
En el curso «Comunicación no violenta», la psicóloga comparte las claves del modelo. Un conjunto de herramientas prácticas, diseñadas para conseguir una comunicación más fluida y honesta, reduciendo los conflictos y fortaleciendo vínculos entre los miembros de la familia. Porque el objetivo cuando hablamos debe ser entendernos, sin enredarnos en los mismos problemas y enfados una y otra vez.
"Tenemos la manía de posicionarnos por encima, de dar por hecho que nuestras necesidades son más importantes. Si a un compañero de trabajo o a un amigo no le haces las peticiones desde la imposición, tienes la capacidad de hacer lo mismo con tus hijos".
Nuria Gallego, psicóloga | Curso «Comunicación no violenta» | Escuela Bitácoras