Es probable que la mayor parte de problemas entre madres, padres e hijos tengan que ver con la obediencia. O más bien, con la desobediencia. Los adultos damos órdenes, las repetimos, marcamos normas y límites claros... pero los niños siempre acaban desobedeciendo. Y estallan los enfados, los enfrentamientos e incluso los castigos. Es una dinámica que se reproduce en muchos hogares y que a menudo no cambia hasta que los hijos se independizan. Entonces continúan haciendo cosas que sus padres no aprobarían, pero ya no hay nadie que pueda regañarles cada vez que se desvían del camino.
Los niños y las niñas desobedecen. Es un hecho. Sin embargo, Carlos González considera que "nuestros hijos están deseando obedecernos". El pediatra está convencido de que "no hay nada que haga más feliz a un niño que ver a sus padres orgullosos, ni nada que le aterrorice más que sentir que están decepcionados". Probablemente te estés preguntando por qué no obedecen, si tan intensamente desean satisfacernos. En realidad, el verdadero problema no está en el comportamiento de los más pequeños, sino en las expectativas de los adultos.
Porque, a menudo, esperamos obediencia absoluta. Y eso es imposible.
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Los niños desobedecen las normas... pero los adultos también lo hacemos
Las personas mayores estamos acostumbradas a vivir rodeadas de leyes, normas e indicaciones. Allá donde vayas, alguien o algo te indicará con claridad qué está permitido y qué está prohibido. Las situaciones en las que no sabemos si podemos o no hacer algo son relativamente escasas. Otra cosa es lo que hagamos en según qué circunstancias, incluso conociendo las reglas. Porque nosotros, como los niños, también desobedecemos. No solo eso: se nos permite desobedecer.
Cuando una persona muere, las autoridades investigan las causas. Si se sospecha que se trata de un homicidio, se hacen esfuerzos muy importantes para buscar al responsable. Porque el asesinato está prohibido en las comunidades humanas desde hace miles de años y todos lo sabemos; aunque a pesar de ello, sigue ocurriendo. Aparcar en doble fila también está prohibido, pero si mueves el coche antes de que te pillen, ni un solo policía moverá un dedo para buscarte y ponerte una multa. De hecho, puede que un guardia te vea y no haga nada. Por supuesto, en el mundo hay muchísimas otras cosas que están mal vistas, pero no prohibidas.
"Todos los gobiernos y autoridades saben que hay cosas muy importantes, ante las que deben hacer lo que haga falta para conseguir obediencia. Hay otras que te ordenan, pero que si no cumples tampoco pasa nada. Y aún hay otras que ni siquiera te van a ordenar. ¿Por qué? Porque la obediencia absoluta es imposible... pero algunos padres la esperan de sus hijos", explica Carlos González.
Nadie puede obedecer todo el tiempo, sin errores. Por eso es absurdo "subirse por las paredes, enfadarse o preocuparse; pensar que perdemos autoridad por cosas irrelevantes. Debemos elegir las batallas que vale la pena luchar", añade el pediatra.
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Los niños necesitan practicar para obedecer y cumplir normas
Los padres esperamos de los niños algo imposible, algo que ni siquiera nosotros conseguimos: la obediencia absoluta. Pero no solo eso. También pensamos que por decir las cosas una, dos o cinco veces, es justo tener la expectativa de ser obedecidos. "Es que le he pedido diez veces que mantenga su habitación ordenada y sigue sin hacerlo". He aquí una frase que hemos pronunciado al menos el 90% de mamás y papás.
"De todas las cosas que aprendiste en la escuela, ¿cuáles recuerdas?", plantea Carlos González. Piensa en ello unos instantes. "Leer, escribir, sumar, restar, multiplicar, dividir ya cuesta un poco... ¿la raíz cuadrada cómo la llevas? ¿La física y la química? Salvo que sea tu profesión y lo uses cada día, de la mayor parte no te acuerdas. Doce años estudiando geografía, historia y matemáticas para al final saber leer y poco más. ¿Por qué de eso sí te acuerdas? Porque lo practicaste miles de veces", sostiene.
Cualquier maestro es consciente de que niños y niñas necesitan escuchar, repetir y practicar para aprender. Ningún docente espera que sus alumnos aprendan tras haberles explicado algo una sola vez. Nos pasamos años repitiendo sumas, aunque sea incluyéndolas en operaciones cada vez más complejas. Leemos constantemente, a todas horas. Por eso nunca olvidamos esos aprendizajes. "No puedes pretender decirle a tu hija pequeña que recoja su habitación y que en adelante lo haga siempre. Deberás repetirlo miles de veces, hasta que las cosas queden grabadas", concluye González.
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