Cuando dos niños comienzan una pelea, el adulto que está a su cargo siente la necesidad de intervenir. Parece que no queda otra: hay que inmiscuirse, tomar partido, zanjar el asunto. La paradoja es que rara vez un adulto es capaz de resolver la pelea de manera pacífica y perdurable. Lo sabe cualquier mamá o papá responsable de dos hermanos acostumbrados a las luchas diarias. Lo habitual es que la cosa termine con gritos, amenazas o castigos. O peor aún, que el más alterado de todos acabe siendo el adulto, presunto pacificador. Es evidente que algo falla en el modo en que solemos gestionar las peleas entre dos niños. La Disciplina Positiva propone una alternativa revolucionaria. "La mejor forma de enseñar a nuestros hijos a pelearse es inmiscuirnos continuamente en sus peleas", señala Jane Nelsen en su libro Cómo educar con firmeza y cariño.
¿Qué ocurre realmente cuando dos hermanos pelean?
Quizá te hayas llevado las manos a la cabeza al leer que la propuesta consiste en no intervenir. Conviene que tengas claro que 'no intervenir' no es lo mismo que 'no hacer nada'. De todas formas, antes de poner en marcha esta estrategia es necesario entender qué está pasando de verdad cuando se desata una pelea entre dos hermanos. Esto supone afrontar el reto de comprender por qué tus hijos se portan mal. Tal como explica Rudolf Dreikurs, el comportamiento de los niños es como un iceberg. Apenas podemos ver la punta, la parte más superficial. En la zona que permanece sumergida está el mensaje que el niño nos envía con su conducta disruptiva. Ahí se esconde el verdadero problema a resolver: una creencia equivocada o una necesidad no cubierta.
La mayoría de las peleas entre hermanos siguen un guión parecido. Todo comienza con una provocación. Uno chincha al otro. El agraviado busca revancha. Cuando está a punto de vengarse, el provocador se disfraza de víctima y reclama la atención del adulto al mando. Entonces, esa madre o ese padre, que el 95% de las veces no tiene la menor idea de lo ocurrido, se convierte en juez y verdugo. Unas veces escucha y elige un culpable. Otras no escucha y culpa a ambos por igual. En otras ocasiones hace un reparto arbitrario de responsabilidades ("me da igual quién empezase, tú eres mayor, tienes que dar ejemplo"). El adulto que actúa de cualquiera de estas formas se equivoca por partida doble. Está demostrando a sus hijos que pelear es una manera válida de conseguir su atención. Además, les enseña a adoptar el rol de acosador y/o víctima para obtenerla.
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No inmiscuirse no significa no hacer nada
Nadie se atreve a aparecer en mitad de una batalla bélica pidiendo paz. El momento de las soluciones 'diplomáticas' es antes o después de la lucha, no cuando está al rojo vivo. Cuando el ambiente sea relajado, quizá durante una reunión familiar, puedes ofrecer a tus hijos herramientas para gestionar conflictos. Por ejemplo, la estrategia conocida como Cuatro pasos para resolver problemas.
1. Ignora la provocación y retírate del conflicto
2. Habla respetuosamente sobre aquello que te molesta
3. Buscad y pactad juntos una solución
4. Pedid ayuda si no sois capaces de resolver el problema
Entonces, ¿qué hace el adulto durante una pelea? En el curso «Disciplina Positiva», Bei M. Muñoz nos propone Las tres S para los conflictos entre hermanos. En primer lugar, salir. Asegúrate de que sepan que has visto que están peleando y vete. Antes, invítales a usar las estrategias que les has enseñado. "Sé que sabréis encontrar una solución juntos. Estaré aquí si necesitáis mi ayuda". A continuación, soportar. No caigas en la tentación de inmiscuirte, salvo que la disputa se torne violenta.
Por último, si llega el momento de intervenir, sácales a ellos de la pelea. No tomes partido por ninguno, ni siquiera si sabes a ciencia cierta quién es culpable. La idea es poner a ambos en el mismo barco. Puedes comenzar por el niño de mayor edad. "Veo que te sientes mal. ¿Necesitas un abrazo?". Después, podemos pedirle ayuda para animar al pequeño. "¿Cómo podríamos hacer que tu hermano se sintiese mejor? ¿Quieres darle un abrazo o se lo doy yo primero?". Puede ocurrir que el niño no haga caso de las sugerencias. "Veo que no estás preparado. Voy a consolar a tu hermano. Cuando estés listo, puedes ayudarme". Actuando de este modo, tratándoles a los dos por igual, evitamos encasillarles en el rol de víctima o de acosador.
"Cuando los adultos se niegan a mezclarse en las peleas de sus hijos o los ponen en el mismo barco tratándolos de la misma forma cuando se pelean, eliminan el principal móvil para que lo hagan"
Jane Nelsen, en 'Cómo criar con firmeza y cariño'
Más información sobre el curso «Autoridad y límites»
Recursos para manejar rabietas y conflictos desde el respeto
Todos sabemos que el ejemplo es la mejor manera de educar. Sin embargo, no siempre somos capaces de ser la mejor versión de nosotros mismos ante nuestros hijos. El curso «Disciplina Positiva» te proporcionará el conocimiento y las herramientas para lograrlo. Descubrirás una filosofía completamente centrada en las soluciones, aplicándolas desde el equilibrio entre amabilidad y firmeza. Una forma eficaz y sorprendentemente sencilla de construir relaciones sanas, respetuosas y felices.
En los cursos sobre autoridad de Escuela Bitácoras, además de la formación guiada por Bei M. Muñoz, encontrarás otras propuestas dirigidas por profesionales de prestigio. Carlos González te ayuda a gestionar tu autoridad como adulto en «Autoridad y límites». Cristina Gutiérrez Lestón te enseña a entender «Las emociones en los niños». Y Alberto Soler profundiza en tu papel como ejemplo en el curso «Rabietas y límites desde el respeto».