De un día para otro, sin que mamás y papás nos demos cuenta, los niños dejan de ser niños para convertirse en adolescentes. Hemos superado juntos las dificultades propias de la infancia, hemos visto cómo nuestros peques forman su carácter y desarrollan su autonomía... y súbitamente, justo cuando bajamos un poco la guardia, los cimientos de esa relación que con tanto mimo hemos construido parecen resquebrajarse. La comunicación se complica, incluso hay días en que resulta imposible. Los cambios de humor de tu hijo son cada vez más frecuentes. Por momentos se muestra impulsivo, tanto que cualquier comentario inocente puede molestarle y desatar una tormenta. ¿Qué está ocurriendo? ¿Hasta qué punto es normal esta clase de comportamiento?
Muchos padres llegan a inquietarse de verdad ante estas bruscas transformaciones. Sin embargo, en la mayor parte de los casos no hay razones para que cunda el pánico. Si hacemos un esfuerzo por informarnos y comprender lo que sucede en el interior de ese adolescente, encontraremos herramientas para continuar acompañándoles en el camino de su desarrollo. Siguen siendo ellos mismos, esas personas a las que hemos visto crecer; pero sus metas, su manera de ver el mundo y sus necesidades están en plena evolución. Si para los adultos es difícil entenderlo, habiendo pasado por el mismo proceso, ¿imaginas lo complicado que puede ser para ellos vivirlo?
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El proceso de formación del cerebro y la crisis de la adolescencia
Durante la adolescencia, el cerebro humano es muy sensible a la dopamina y la oxitocina. Esta sensibilidad explica sus intensas reacciones, tanto en la alegría y la satisfacción como ante la frustración y el enfado. También provoca que concedan gran importancia a las relaciones sociales y todo lo que tiene que ver con ellas. Además, la dopamina es un neurotransmisor que impulsa conductas de búsqueda de placer y recompensas. Por mucho que hayamos educado a los niños para tomar decisiones razonables, la situación en que se encuentra su cerebro puede hacer que no valoren los riesgos de sus actos, actuando con impulsividad y agresividad para alcanzar sus fines.
"El proceso de formación del cerebro humano acaba alrededor de los 25 o 30 años. Hay dos momentos de gran crisis. El primero a los 2-3 años, con las famosas rabietas. El otro, en la adolescencia. Entonces se produce una especie de 'reseteo' de todo el desarrollo anterior que actúa como un tsunami, una reestructuración completa del sistema. Como una ola, comienza desde abajo, desde el cerebro más primitivo, pasando por la parte emocional y concluyendo en la corteza prefrontal. Durante bastantes años hay una transformación permanente. Hay conexiones neuronales que desaparecen porque ya no son útiles, otras se especializan y aparecen algunas nuevas. Quizá la parte que más acusa los cambios es el cerebro emocional", explica la psicóloga Violeta Alcocer en el curso «Disciplina Positiva de 8 a 16 años».
Por eso es natural que un comentario aparentemente inocente desate la ira de tu hijo. "Esto lo hacemos cuanto más miedo, inseguridad o desconfianza sentimos, cosa que suele ocurrirnos durante la adolescencia. Es una etapa de cambio y búsqueda de uno mismo que provoca esos sentimientos", apunta Cristina Gutiérrez Lestón, profesora del curso «Adolescentes. Cómo comunicarnos con ellos».
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Aprendiendo a evitar choques con tus hijos adolescentes
A menudo, los padres creemos que los adolescentes actúan con rebeldía, que desafían nuestra autoridad. Nos ponemos a su altura y entramos en luchas de poder, batallas de las que resulta imposible extraer conclusiones positivas. Por lo general, lo único que conseguiremos será deteriorar los vínculos y hacer que las cosas vayan a peor. "Si no te interesa el choque constante, recuerda que ellos no pueden reflexionar en ese momento. Para buscar una reacción más favorable y poder hablar, es preciso esperar a un estado de calma", sostiene Cristina Gutiérrez.
Calma, por supuesto, desde ambas partes. El cóctel compuesto por el estrés de las obligaciones diarias y la impotencia ante la actitud de un adolescente pueden hacer que también un adulto actúe de manera puramente emocional. "Cuando te sientas así, no hagas nada. Busca estrategias de autorregulación. Si una persona está fuera de control es imposible que consiga conectar. Sólo desde la tranquilidad podemos acceder al cerebro racional", subraya Bibiana Infante, psicóloga y profesora del curso «Disciplina Positiva de 8 a 16 años».
El modelo de Disciplina Positiva ofrece numerosas herramientas para mejorar la comunicación entre adultos y adolescentes. Con el curso «Disciplina Positiva de 8 a 16 años» aprenderás a organizar reuniones familiares siguiendo unas directrices concretas; o a usar el tiempo fuera positivo, eficaz en la autorregulación de niños y adultos. La clave está en conocer y comprender su cerebro y los profundos cambios que experimentan en esta etapa, temas en los que profundiza Cristina Gutiérrez Lestón en el curso «Adolescentes. Cómo comunicarnos con ellos».