La adolescencia es una etapa repleta de nuevos desafíos. Lo es para los niños que comienzan a convertirse en jóvenes adultos; y por supuesto, también para sus padres. El adolescente formula nuevas preguntas y necesita respuestas nuevas. Entre las dudas emerge el anhelo de descubrir su propia personalidad, un profundo y sincero deseo de comprender quién es. Para conseguirlo suele sentir que necesita libertad y autonomía y no duda en reclamarla, a menudo con vehemencia. Por esa razón, las luchas de poder son a esta edad más frecuentes que nunca. Porque quizá los adolescentes tengan problemas para saber lo que quieren, pero sí tienen claro que prefieren hacer las cosas a su manera.
En este contexto, la motivación se convierte en un factor de enorme importancia. El término proviene del latín motivus (movimiento), añadiendo el sufijo -ción (acción y efecto). La etimología nos dice que 'motivación' es aquello que nos lleva a movernos, a actuar, a tomar decisiones. Es la causa y la razón de lo que hacemos. Así, los adolescentes se ven en una encrucijada. No siempre tienen motivación para cumplir con sus obligaciones, como los estudios. Al mismo tiempo, tampoco acaban de vislumbrar caminos alternativos que les motiven. Sienten frustración, cometen errores y se contradicen. Los padres no siempre entendemos lo que hay detrás de esa actitud entre apática y desafiante. Y todo esto es abono en un terreno fértil para pulsos y luchas de poder.
La Disciplina Positiva es una propuesta educativa centrada en fortalecer la conexión entre padres e hijos. Además, persigue objetivos a largo plazo, tratando de transmitir a niños y jóvenes habilidades útiles para la vida. Las luchas de poder nos plantean retos complicados, pero también son oportunidades para educar. Nuestras decisiones definirán si ofrecemos a los adolescentes el aliento y la motivación que necesitan en su viaje hacia la adultez.

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1. Intenta controlarle y fracasarás
Un padre que responde con una actitud controladora o punitiva a la rebelión de su hijo adolescente es como un bombero que intenta sofocar el fuego con gasolina. Es una batalla que no se puede ganar. "Muchos padres y adolescentes se han declarado la guerra y los padres parecen más interesados en intentar controlar a sus hijos. Esto nos entristece, porque sabemos que es absolutamente imposible controlar a los adolescentes. Es demasiado tarde. Cuanto más lo intentemos, más desafiantes y/o maquinadores se volverán ellos", argumenta Jane Nelsen, creadora del programa de Disciplina Positiva. En idéntica dirección apuntan los consejos de Bibiana Infante y Violeta Alcocer en el curso «Disciplina Positiva de 8 a 16 años».
2. Retírate de las luchas de poder
El respeto mutuo es innegociable. Lo es durante la adolescencia y durante cualquier otra etapa de la vida y la educación de un hijo. Pero, como ocurre con otras competencias importantes, sólo existe una manera de enseñar respeto: a través del ejemplo. No esperes que tu hijo adolescente se dirija a ti respetuosamente si tú dejas de hacerlo a la primera de cambio. Cuando eleve el tono, cuando sea sarcástico, cuando no te escuche, retírate del campo de batalla. Ármate de paciencia y busca un momento en que la comunicación pueda ser realmente eficaz. A veces, una retirada a tiempo puede ser una victoria. Sobre todo cuando estás en una guerra que, como explicamos en el punto 1, nunca podrás ganar.
3. Los cuatro pasos para obtener colaboración
La estrategia más efectiva para evitar luchas de poder con un adolescente es obtener su colaboración. Eso sí, para conseguirla debemos ganarnos su confianza: colaborar debe significar trabajar en el mismo equipo. Tendrás que demostrarle que estás en su bando, aunque no siempre estés de acuerdo con él. Los cuatro pasos para obtener colaboración son un recurso de Disciplina Positiva útil para estas situaciones.
- Expresa comprensión por sus sentimientos. Eso sí, asegúrate de que los entiendes de verdad. ¿Está enfadado? ¿Triste? ¿Decepcionado? ¿Rabioso?
- Demuestra empatía sin justificar ni excusar ninguna conducta inapropiada. Quizá puedas recordar alguna ocasión en que te sintieses del mismo modo y también tomaras decisiones equivocadas. La sinceridad es la llave del éxito en este paso.
- Comparte tus propios sentimientos ante la conducta de tu hijo. Cuando salimos airosos de los dos primeros pasos, al llegar a este punto están dispuestos a escucharnos.
- Invítale a concentrarse en buscar una solución que ambos podáis adoptar como acuerdo. No será fácil y seguramente los dos tengáis que ceder. Pero alcanzar un entendimiento reforzará el vínculo y facilitará las cosas en ocasiones posteriores. Recuerda: ceder ante tus hijos no debilita tu autoridad, sino todo lo contrario.
4. Decide qué vas a hacer tú, no qué debería hacer tu hijo
Los cuatro pasos anteriormente descritos son una referencia para afrontar momentos complicados. De ningún modo son una garantía de que las cosas fluyan de acuerdo con nuestras expectativas. Si el acuerdo es imposible, lo único que podemos decidir es lo que haremos nosotros, padres y adultos. Volviendo al punto 1, no trates de imponer una decisión a tu hijo: valdrá de poco o de nada. Así, si el problema es que abandona la ropa sucia en cualquier lugar y se niega a cambiar de actitud, no pierdas tiempo con sermones y castigos. Transmítele que no incluirás en próximas coladas ninguna prenda suya mientras no lleguéis a un acuerdo sobre la manera de organizar el lavado. No lo conviertas en una amenaza: díselo con amabilidad y firmeza. Y por supuesto, cumple tu palabra mientras observas la evolución de los acontecimientos.

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La importancia de la comunicación
Las luchas de poder ponen en peligro para la comunicación entre padres e hijos. Demasiadas tensiones pueden hacer que el diálogo familiar pase en poco tiempo de fluido a inexistente. Para que los adolescentes no cierren sus puertas ante los adultos es fundamental mantener la conexión con ellos. Se trata de escuchar, comprender y alentar, más que de juzgar, rescatar y dirigir. Porque conversar y negociar con ellos no significa liberarles de responsabilidades, sino todo lo contrario. Es ayudarles a encontrar motivos para asumirlas.
"La motivación es una importante competencia que suele preocupar mucho a los padres. Los adolescentes encontrarán muchas veces que no todo lo que hacen es motivador. Por eso deben aprender a buscar los motivos dentro de sí mismos. Cada uno elige el camino que quiere tomar. O buscamos el sentido a cada obligación del día a día o estaremos eternamente enfadados. Motivación o sacrificio, tú escoges, porque no hay mucho más", apunta Cristina Gutiérrez Lestón en el curso «Adolescentes. Cómo comunicarnos con ellos».