Para muchas familias, no hay mañana sin prisas. Es fácil entender los motivos. Tenemos un montón de cosas que preparar y generalmente poco tiempo para dejarlo todo listo. La ropa, el aseo, el desayuno, la mochila... un buen número de tareas que debemos resolver en cuestión de minutos para no llegar tarde al colegio o al trabajo. Por eso las mañanas son uno de los momentos del día en que más tendemos a las rutinas. De lunes a viernes repetimos, día tras día, idénticos esquemas. De esta manera no necesitamos pensar: nos centramos en hacer. Es lo más práctico. El problema es que, sin darnos cuenta, en ocasiones reproducimos hábitos que no son los más recomendables. Esto ocurre de forma habitual con el desayuno de los niños.
"Tienes que desayunar bien. Si no lo haces, no rendirás en clase". Es probable que hayas escuchado sentencias muy similares a esta durante tu infancia y tu adolescencia. Y también es posible que tú misma repitas palabras semejantes a tus hijos, ahora que eres mamá o papá. Pero, ¿alguna vez te has parado a valorar si las cosas funcionan realmente así? La mayor parte de las veces, esta frase es una medida de presión hacia un niño remolón a la hora del desayuno; no tanto una inquietud ante un niño con bajo rendimiento escolar. Normalmente, si hay dificultades en el colegio, no solemos pensar en la alimentación. Las primeras explicaciones (más o menos atinadas) acostumbran a ser de otro tipo.
Entonces, ¿hasta qué punto hay relación causa-efecto entre desayuno y rendimiento escolar?

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El mito de 'la comida más importante del día'
A menudo, la insistencia de padres y madres en que sus hijos desayunen tiene que ver con el convencimiento de que "el desayuno es la comida más importante del día". No sabemos muy bien quién nos lo ha metido en la cabeza, pero crecemos y vivimos pensando de este modo, asumiéndolo como verdad irrefutable. La realidad es muy distinta: el desayuno es una comida importante... tanto como cualquier otra. En una alimentación equilibrada hay buenas y malas decisiones, pero no ingestas más o menos relevantes. Así, lo importante no es el desayuno ni la cena, sino la manera en que cada persona se alimenta a lo largo del día.
De nada sirve desayunar a diario si lo que ponemos sobre la mesa es bollería industrial y productos rebosantes de azúcares añadidos. Del mismo modo, no estaremos siguiendo una alimentación equilibrada si escogemos alimentos sanos en esa primera comida pero no en las demás. En cambio, es posible que tus hijos sólo quieran desayunar una pieza de fruta y no haya ningún problema con su alimentación. La cantidad es mucho menos importante de lo que los padres solemos pensar. La verdadera clave está en el equilibrio; y el equilibrio se consigue ofreciéndoles elegir entre alternativas saludables, respetando sus mecanismos de hambre y saciedad.
Como puedes observar, conviene ser críticos y pararnos a analizar por qué creemos lo que creemos. No sólo eso, sino también identificar de qué fuentes proceden los mensajes que interiorizamos. "Nos dicen que el desayuno es la comida más importante del día. Y que un buen desayuno se compone por leche, cereales y zumo. Son mensajes que suelen estar promocionados por las empresas que fabrican estos productos", advierte Miguel Ángel Lurueña, profesor del curso «Qué le doy de comer a mi hijo».

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La relación entre el desayuno de los niños y el rendimiento escolar
Una simple búsqueda en Internet te servirá para comprobar que, a lo largo de las últimas décadas, se han realizado numerosas investigaciones alrededor de la relación entre desayuno y rendimiento escolar. De hecho, en algunas de ellas leerás frases como "la calificación media [de los alumnos estudiados] aumenta sistemáticamente conforme se avanza en la calidad del desayuno". Conviene comprender estas conclusiones y analizar con detenimiento los trabajos de los que derivan.
En el ejemplo anterior, el término clave es 'calidad'. Es decir, se relaciona desayuno saludable con rendimiento escolar. Si acudimos a fuentes como el Estudio de Alimentación, Actividad física, Desarrollo Infantil y Obesidad en España (ALADINO), podremos comprobar que cerca de un 60% de niños y niñas incluye galletas en su desayuno, mientras que apenas un 20.1% suele consumir fruta fresca por las mañanas. Es fácil deducir que un gran número de peques no tienen por costumbre desayunar de manera sana, aunque sus familias puedan creer lo contrario. Y con frecuencia, cuando el desayuno no es saludable, tampoco lo son las otras comidas del día.
Antes hablábamos de que una alimentación saludable tenía que ver con el equilibrio general, no tanto con una ingesta concreta. Por tanto, no es que tus hijos vayan a rendir menos en la escuela por "no desayunar bien"; sino que su rendimiento académico tendrá que ver, entre otros muchos factores, con lo sana o insana que sea su alimentación desde una perspectiva global.
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