La actitud de los niños ante la alimentación es un asunto complejo. El ambiente a la hora de comer, los productos disponibles en el hogar, la manera en que les ofrecemos los alimentos, el ejemplo de los adultos de su entorno... observando, experimentando y probando construyen poco a poco sus propias ideas. Sin embargo, llegado cierto momento, son muchos los peques que empiezan a negarse a probar cosas nuevas. Sin que nos demos cuenta, casi de un día para otro, pierden todo interés en las novedades. Ya no es que no se lleven un trocito a la boca para probar: es que no quieren mirarlo ni tocarlo, ni siquiera tenerlo en su plato.
Algunos padres llegan a preocuparse de verdad cuando esto ocurre. Piensan que la situación puede tornarse permanente, incluso que puede ser síntoma de algún trastorno. En realidad, el momento de interesarse activamente es anterior. Entre los 12 meses y los 5 años de edad, un montón de niños pasan por etapas de este tipo. Son perfectamente normales. Lo importante es que, cuando llegue a ella, el niño tenga asentados unos hábitos sanos, que esté acostumbrado a escoger dentro de una propuesta formada por opciones saludables. Que sólo acepte comer cuatro o cinco cosas distintas es preocupante si hablamos de cuatro o cinco alimentos superfluos.
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La presión nunca ayuda
Ya te hemos explicado anteriormente que la cantidad de alimento que comen los niños no es tan importante como solemos creer los padres. No tiene sentido presionarles para que coman: si no lo hacen, lo más probable es que no lo necesiten. Pero además, la insistencia puede acabar provocando aversiones. Podemos provocar el efecto opuesto al pretendido. En el año 2014 se publicó en la Revista Española de Nutrición Comunitaria un interesante documento que aborda este tema. Se trata de una revisión de publicaciones científicas titulada Neofobia y otros trastornos restrictivos alimentarios en la infancia y consumo de frutas y verduras.
"Con frecuencia, los progenitores presionan a sus hijos para que coman alimentos nuevos. La presión ejercida debido a la frustración que supone en el progenitor el rechazo del alimento, puede afectar negativamente al estado emocional del niño, siendo estos sentimientos atribuidos al nuevo alimento. La presión ejercida por los progenitores para que sus hijos consuman los alimentos está asociada con mayores niveles de neofobia", apuntan Edurne Maiz, Carmen Maganto y Nekane Balluerka. No cabe duda: si quieres que tu hijo aprenda a alimentarse, no insistas para que coma.
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Buen ambiente y buenos hábitos, la estrategia perfecta
Entonces, ¿qué podemos hacer para que los niños tengan una alimentación equilibrada y unos hábitos saludables? Lo primero es revisar nuestro propio comportamiento. "La observación de progenitores y/o hermanos comiendo y disfrutando de alimentos estimula al niño a consumirlos, debido al efecto del modelado", explican las autoras en el documento anteriormente citado. En la misma línea, Sara Traver propone aprovechar la llegada de un bebé para mejorar nuestra dieta. Alimentarse correctamente no es, al fin y al cabo, menos relevante para los adultos que para los niños.
"El aprendizaje que adquieren cuando son más pequeños sirve para que tengan una relación sana con la comida durante toda la vida. Consiste en ofrecer alimentos saludables, pero también en predicar con el ejemplo. Cuando los niños tienen entre 12 y 36 meses es el momento perfecto para hacer los cambios necesarios en nuestra dieta, para que pronto todos podamos comer lo mismo y disfrutar juntos de las comidas", apunta Sara, durante el curso «Alimentación infantil 12-36 meses».
La buena salud de una familia depende de muchos factores. La alimentación es uno de ellos. En Escuela Bitácoras contamos con profesionales como Julio Basulto, Miguel Ángel Lurueña o Sara Traver para ayudarte a adoptar hábitos saludables junto a tus hijos. En los cursos «BLW. Alimentación complementaria autorregulada», «Qué le doy de comer a mi hijo» y «BLW. De la teoría a la práctica» encontrarás claves para gestionar las comidas y evitar que se conviertan en un quebradero de cabeza.
Hay un punto en el que coinciden todos los que saben de nutrición: el buen ambiente es tan importante como los alimentos que consumimos. La hora de comer es un momento ideal para conectar y comunicarnos. Que la inquietud por lo que comen y cuánto comen no nos arrebate nunca ese ratito de intimidad cotidiana.