Muchos de los que hoy somos padres fuimos educados en hogares marcadamente autoritarios. Las normas eran estrictas e inflexibles, tanto como los castigos por incumplirlas. Por supuesto, la negociación de límites no existía. Los adultos monopolizaban el control y decidían lo que estaba permitido y lo que estaba prohibido. Pasado el tiempo, las personas criadas en esta clase de ambientes tienden a irse a los extremos cuando tienen hijos. Algunos, de manera más o menos consciente, reproducen los modelos de autoridad de sus padres. Otros tienen tan claro que quieren evitarlo que terminan haciendo justo lo contrario, cayendo en el exceso de permisividad.
Además, también hay mamás y papás que 'mezclan' ambas posturas, al margen de cómo fuese su educación. En algunas familias se produce una especie de reparto de papeles: hay una figura autoritaria y otra permisiva. Sin embargo, esta diferencia de criterios entre progenitores no genera equilibrio, sino que suele producir confusión en los niños. A veces es una sola persona la que cambia constantemente de perspectiva, rebotando como una pelota entre las paredes de la flexibilidad y el control.
Esto último es lo que le ocurría, ya hace varias décadas, a una madre llamada Jane Nelsen. "Cuando era demasiado permisiva no soportaba a sus hijos, cuando era demasiado autoritaria no se soportaba a sí misma", indica Bei M. Muñoz. Nelsen se empeñó en encontrar una estrategia para educar desde la armonía y la ecuanimidad. Y así acabó creando y difundiendo el modelo de Disciplina Positiva, que en la actualidad es un éxito a nivel mundial.

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La importancia del equilibrio entre amabilidad y firmeza en la educación de los niños
El modelo pedagógico de Disciplina Positiva nos propone educar desde el equilibrio entre amabilidad y firmeza. No sólo eso, sino que nos alienta a convertir la búsqueda de ese equilibrio en una prioridad. Porque sólo en ese punto podremos ofrecer a los niños la mejor versión de nosotros mismos, convirtiéndonos en figuras capaces de aportar seguridad y también en referentes de comportamiento. "El baile entre firmeza y amabilidad no funciona en ninguna familia", subraya Bei M. Muñoz. Y esto es así porque...
- Cuando hay libertad y amabilidad, pero no orden y firmeza, los padres caen en el exceso de permisividad o incluso el pasotismo.
- Si en un hogar hay firmeza pero no queda espacio para la libertad, los padres incurren en un control excesivo.
- Cuando no hay libertad ni orden, lo único esperable es el caos más absoluto.
Pero además, en ninguna de las tres situaciones anteriores podremos ser un ejemplo coherente para los niños y las niñas. Si no hay equilibrio entre amabilidad y firmeza, lo normal es que digamos una cosa y hagamos otra distinta. Por ejemplo, un papá excesivamente autoritario sería capaz de dar un azote a su hijo... como castigo por haber pegado a otro niño. La contradicción es evidente.
"La labor de los padres es enseñar a los niños las cosas de la vida; y la mejor forma de hacerlo es el ejemplo. Lo mejor de la Disciplina Positiva es que nos hace cambiar para ser un mejor ejemplo para ellos. Es un modelo que ayuda a los padres a sentirse capaces", explica Bei.

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Los cinco criterios de la Disciplina Positiva
Uno de los grandes cambios que propone el modelo de Disciplina Positiva tiene que ver con nuestra forma de mirar a los niños. "Los niños quieren cooperar, ayudar y sentirse parte importante de la familia a la que pertenecen", apunta Bei. A menudo cometemos el error de impedirles conquistar su autonomía, partiendo de la base de que son dependientes e incapaces en lugar de buscar el modo en que puedan aportar.
Por eso, la Disciplina Positiva nos aporta cinco criterios esenciales para cambiar esa mirada.
- La Disciplina Positiva ayuda a los niños a sentir que pertenecen y que son importantes, conectando con ellos.
- A través de la amabilidad y la firmeza se desarrolla el respeto mutuo y se alienta al niño para que se sienta capaz.
- La Disciplina Positiva es eficaz a largo plazo, al centrarse en la búsqueda de soluciones y ver el error como una oportunidad de aprender.
- Enseña habilidades para la vida, tanto sociales como emocionales y cognitivas: respeto, cooperación, resolución de conflictos...
- Alienta a los niños para que descubran sus capacidades, siendo autónomos y constructivos.
Si quieres descubrir más sobre este modelo y aprender estrategias para aplicarlo en el hogar o el aula, matricúlate en el curso «Disciplina Positiva». Con sus 15 lecciones entenderás los fundamentos de la propuesta y obtendrás las claves para empezar a ponerlo en práctica. Y si tienes hijos o alumnos adolescentes, puedes completar tu formación con el curso «Disciplina Positiva de 8 a 16 años», impartido por Bibiana Infante y Violeta Alcocer.