Un bebé puede llegar a 'monopolizar' el tiempo de mamá y papá. Afecto, alimentación, higiene, salud... durante sus primeros meses de vida, los niños necesitan una atención casi constante para sobrevivir. En el extremo contrario están muchos adolescentes. No es que no precisen atención, es que sus necesidades son distintas. La relación con sus adultos de referencia ha evolucionado y quizá exijan menos tiempo, pero de maneras más complejas y particulares.
Pero, ¿qué sucede con todos los años de la infancia, en los que el niño ya no es un bebé pero tampoco llega a adolescente? Con frecuencia, la expectativa de los padres es que niños y niñas sean cada vez más independientes. Algunos incluso esperan una evolución regular: que hagan cada vez más cosas por su cuenta, que mañana demanden un poquito menos de atención y tiempo que hoy.
Como es obvio, las cosas no funcionan así. Seguro que has escuchado a alguna madre contar cómo sus hijos, que antes jugaban solos o con sus hermanos, no les dejan ni respirar. O quizá conozcas a algún padre hastiado por no poder trabajar o leer un libro en casa, porque es interrumpido una y otra vez por los niños. Hay un montón de adultos agotados por las demandas de atención de los más pequeños del hogar. Personas cansadas que, al mismo tiempo, llegan a sentir culpa por reconocerse cansados de sus hijos.
Es natural que a los peques les guste tener la atención de sus padres, pero no hasta el punto de agobiarles. Existen casos de niños de alta demanda, aunque es importante que sea un profesional quien diagnostique este rasgo. Muchas otras situaciones no alcanzan ese punto. El problema suele estar en cómo entendemos las demandas de atención y cómo respondemos a ellas.
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La necesidad detrás de la conducta de niños y niñas
¿Qué hacemos mamás y papás cuando los niños hacen algo que no deben? Les exigimos que dejen de hacerlo. Así de simple. No solemos a ir más allá, salvo que la conducta no se detenga. Entonces quizá lo pidamos con mayor firmeza, expresando enfado. Ahí acaba todo: hay un comportamiento inapropiado y queremos cortarlo. No tenemos por costumbre pararnos a pensar en el origen de la conducta de los infantes.
Rudolf Dreikurs, educador y psiquiatra, decía que "un niño que se porta mal es un niño desmotivado". El austriaco comprobó en sus investigaciones que detrás de las conductas inadecuadas de los niños suele haber necesidades no resueltas. Entendió que la forma más eficaz de mejorar un 'mal comportamiento' que se repite no es tratar de cortarlo sin más, sino buscar la necesidad oculta tras esa conducta.
Dreikurs fue capaz de identificar varios objetivos erróneos que habitualmente empujan a los niños a tener comportamientos disruptivos. Cada una de esas metas se relaciona con una creencia equivocada sobre el funcionamiento de su entorno o de su relación con los demás. Como podrás imaginar, uno de esos objetivos equivocados es la búsqueda de atención. La creencia errónea relacionada podría expresarse así: "sólo me tienes en cuenta cuando me prestas atención".
Para un niño pequeño no hay necesidad más elemental que la de sentirse querido, importante y tenido en cuenta por sus padres. Entender que es valorado incluso cuando no es el centro de atención puede resultarle difícil de asimilar. Sin ser consciente de su propia creencia equivocada, adoptará reiteradamente esas conductas que, aunque resulten molestas, logran atraer la atención que anhela. No desea molestar... pero tampoco conoce un método mejor.
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Estrategias para gestionar las demandas de atención de tus hijos
"Para los niños que buscan una atención desmesurada, puede ser motivador reorientarlos para que obtengan atención con conductas útiles", explica Jane Nelsen. Esta psicóloga siguió los pasos de Rudolf Dreikurs para crear el programa de Disciplina Positiva. Un modelo pedagógico, presentado y desarrollado en varios cursos de Escuela Bitácoras, que ofrece herramientas prácticas para fortalecer relaciones entre padres e hijos. El objetivo de la Disciplina Positiva es mostrar a madres, padres y educadores que es posible una educación desde el equilibrio entre amabilidad y firmeza; y la eficacia de sus recursos ha hecho que cuente con seguidores en todo el mundo.
¿Qué nos propone la Disciplina Positiva cuando un niño demanda atención desmesurada?
- Reorientarle hacia conductas útiles, por ejemplo asignádole alguna tarea que pueda permitirle conseguir atención positiva.
- Acordar un momento para pasar un tiempo especial, en el que tendrá atención exclusiva.
- Hablar en positivo. "Ahora no puedo prestarte atención, pero tengo ganas de acabar este trabajo y jugar contigo".
- Utilizar el lenguaje no verbal. Un gesto o un abrazo inesperado pueden aliviar conductas inapropiadas.
- Demostrar afecto y confianza. "Te quiero y sé que puedes resolver eso sin mi ayuda".
- Ignorar la conducta, pero no al infante. Si estás hablando con otra persona y tu hijo te interrumpe, ponle una mano en el hombro sin detener tu conversación.
- Aprovecha los momentos tranquilos para corregir conductas. Cuando estés a solas con él, enséñale por qué no debe interrumpir conversaciones.
Son apenas algunos ejemplos entre los muchos que encontrarás en cursos como «Disciplina Positiva», perfecto para iniciarse en la aplicación de este modelo educativo; «Disciplina Positiva de 8 a 16 años», un complemento que profundiza en la etapa de la adolescencia; y «Orden y Disciplina Positiva», en el que aprendemos a aprovechar las herramientas para enseñar a los niños el valor de la organización.
Y recuerda: "todo el mundo necesita atención. Es la atención desmesurada la que no es motivadora para los niños".