Existe una situación cotidiana que demuestra lo potente que es la magia del juego infantil. No hay mamá ni papá que no la hayan vivido. Hablamos de uno de esos días en que, por la razón que sea, se nos hace tardísimo. Según sus rutinas habituales, hace ya un par de horas que el niño debería haber cenado o debería estar en cama, incluso ambas cosas. Sin embargo, sigue en pie como si su combustible fuese infinito. ¿Qué ocurre? Que está jugando. Sólo el juego puede atrapar la concentración del niño hasta hacer que olvide el hambre, el sueño y casi cualquier otra necesidad. La naturaleza ha otorgado al juego ese descomunal poder por un buen motivo: es una actividad decisiva para el desarrollo.
Desde hace décadas, todas las investigaciones conducen al mismo punto. Los niños necesitan jugar. No es perder el tiempo, ni es mero entretenimiento, ni mucho menos placer vacío. Es aprendizaje, felicidad, desarrollo y crecimiento. Paradójicamente, a pesar de las evidencias científicas, hemos construido un modelo de vida que tiende a reducir al máximo el tiempo que los niños tienen para jugar. Los padres estamos demasiado ocupados para jugar con ellos. Las ciudades no ofrecen muchos espacios para el juego libre y seguro. Los propios niños apenas disponen de tiempo para jugar, ni siquiera en solitario. Reivindicar el juego es velar por un derecho de los niños que menoscabamos con excesiva frecuencia.
1. Permitir y promover el juego
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Más información sobre el curso «Claves para criar desde el apego seguro»blockquote>"El verbo 'jugar' sólo se puede conjugar con el verbo 'dejar'".
Francesco Tonucci
No son necesarios demasiados juguetes. Tampoco hace falta intervenir en exceso planteando actividades dirigidas. Lo mejor que un adulto puede hacer por un niño es darle tiempo y espacio para jugar. Así lo aconseja Francesco Tonucci. Entre las propuestas más conocidas de este psicopedagogo italiano está el proyecto 'Ciudad de los Niños'. Su idea central es convertir las ciudades en espacios más adecuados a las necesidades de los niños. Tonucci también apuesta por una transformación del sistema educativo, otorgando mayor libertad y protagonismo a los alumnos.
2. Jugar es aprender
"Los niños y niñas no juegan para aprender, pero aprenden porque juegan".
Jean Piaget
Por lo general, los niños no se marcan un objetivo al iniciar un juego. Surge de manera natural y espontánea, en cualquier lugar y cualquier cultura del mundo. Ni que decir tiene que no piensan en lo que pueden aprender antes de lanzarse a jugar. Pero gracias a los juegos adquieren y desarrollan un sinfín de habilidades. Eso fue lo que observó el psicólogo Jean Piaget, investigador al que debemos magníficos estudios sobre la infancia. De hecho, su trabajo ejerció una gran influencia sobre John Bowlby, autor de la Teoría del Apego. En el curso «Claves para criar desde el apego seguro», Soraya Sánchez detalla sus fundamentos teóricos y su aplicación práctica.

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3. Un niño que puede jugar será un adulto equilibrado
"Si el niño es capaz de entregarse por completo al mundo en su juego, en su vida adulta será capaz de dedicarse con confianza y fuerza al servicio del mundo".
Rudolf Steiner
Los niños aprenden jugando, pero eso no es todo. Además de trabajar en sus destrezas, el juego les permite crecer y madurar con equilibrio. Este es el aspecto en el que hace énfasis Rudolf Steiner, creador de la pedagogía Waldorf. Y es que el juego reúne de forma natural las tres fuerzas que Steiner consideraba la esencia de la educación. El sentimiento de responsabilidad, el sentido de la verdad y la necesidad de usar la imaginación componen el trío de pilares definidos por el croata.
4. Jugar para vivir
"El juego es el trabajo de los niños".
María Montessori
Si te preguntan qué haces para vivir, automáticamente contestas hablando de tu ocupación profesional. Los niños también juegan para vivir, es la tarea más importante en la etapa de la vida en que se encuentran. Por esa razón, María Montessori lo compara con un empleo. Es lo que da sentido a su existencia, lo que hacen para progresar. La italiana coincide con los autores anteriores en que 'juego' y 'libertad' son términos inseparables. Cuando el niño es feliz, tiene sus necesidades cubiertas y disfruta de condiciones para jugar y experimentar, su mente absorbente le impulsa al aprendizaje.

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5. Permitir el juego y observar
"Cada niño puede jugar de una forma distinta con el mismo juguete. A veces las diferencias son pequeñas, pero esenciales. Lo fundamental es que el niño descubra por sí mismo todo lo que pueda. Permitiremos que experimente de manera individual y de acuerdo con su desarrollo. No le apremiaremos, no le alentaremos a hacer cosas para las que no esté preparado, no alabaremos sus éxitos de forma exagerada".
Emmi Pikler
La pediatra de Viena hace especial hincapié en la no intervención del adulto. Nos invita a no interrumpir el juego de los niños, a no incitarles a jugar de acuerdo con nuestras expectativas. Para Emmi Pikler, el papel del adulto consiste en preparar un espacio de juego seguro y atractivo, con materiales apropiados para la edad del niño. Después, debe observar. Y debe hacerlo sin dirigir, juzgar ni sugerir. "Sentir y pensar en el lugar del niño, entrar en su mundo, identificarse con él", explica Pikler. Así, el juego es también un camino hacia la conexión. Sólo permitiendo que surja y observando es posible que los adultos conozcan verdadera y profundamente a los niños. En el curso «Movimiento libre del niño en la etapa 0-3 años», Eduardo Rodríguez presenta las líneas maestras de la pedagogía Pikler-Lóczy.
6. No cabe duda: jugar es algo muy serio
"La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño".
Friedrich Nietzsche
No es que Friedrich Nietzsche sea particularmente conocido por sus reflexiones sobre la infancia. Pero quizá por eso es aún más significativo que para describir lo que entiende por seriedad aluda a la actitud de un niño cuando juega. Al jugar hay implicación, atención y concentración; porque está disfrutando, porque está aprendiendo, pero sobre todo porque está llevando a cabo un trabajo esencial para su desarrollo. Y en la vida hay muy pocas cosas tan importantes como esa.