¿Cuál es el problema más frecuente en espacios donde coinciden varios niños pequeños? Con amplia diferencia sobre el siguiente en el ranking, en el número uno figuran los conflictos relacionados con la propiedad y el derecho de uso de juguetes. El espinoso asunto de compartir. En la playa, en el parque, en un aula, en una fiesta de cumpleaños... cuando se trata de niños de menos de 4 años parece imposible que jueguen sin que surjan rencillas de ese tipo. Claro que una cosa es que haya problemas y otra que los niños sean los responsables. A menudo, los adultos no hacemos más que empeorar la situación.
"Hay que compartir", avisan algunos. "Déjaselo un rato, anda", ruegan otros. "Si no sabéis compartir, entonces para ninguno", sentencian los más severos, con declarada vocación salomónica. Los padres tendemos a intervenir para presionar, chantajear u obligar a los niños a compartir sus juguetes. Pocas veces nos paramos a pensar que nuestra mediación puede no ser necesaria, ni siquiera oportuna. Es cierto que la corriente de la presión social es poderosa. Puede preocuparnos qué pensarán los otros padres si comprueban que no invitamos al niño a ceder. Y sobre todo, cometemos un error fatal: creer que podemos enseñar a compartir a base de sermones.

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Para compartir hay que estar preparado
Un niño pequeño no comprende el auténtico significado de ninguna de las frases de los ejemplos anteriores. No puede entender que recuperará su juguete en pocos minutos, ni que es posible organizarse por turnos, ni mucho menos le parece una buena idea renunciar a lo que desea para permitir que lo tenga otra persona. En esta etapa, lo único que comprende el pequeño es su propia voluntad. Sólo sabe lo que él mismo quiere. No se pone en el lugar de otro, ni valora qué ocurrirá después si no presta su muñeco a ese niño. Pero no por ello es un tirano egoísta. Es absurdo abordarlo desde ese ángulo.
El concepto de compartir es complejo. Tiene dos sentidos, ceder lo nuestro y acceder a lo de otros. Requiere empatía, confianza y profundidad en el análisis de la situación. Tal vez puedas obligar a tu hijo de 3 años a prestar un juguete aunque no quiera, pero así no estarás enseñándole a compartir. Tus palabras no valdrán de nada si no tiene cierto nivel de madurez para interpretarlas. Insistir para que actúe con generosidad es exigirle algo que sencillamente no puede hacer.
"No es que los niños no quieran compartir, sino que aún no están preparados para poder hacerlo. Si respetamos su desarrollo natural llegará el día en que podrán y desearán hacerlo, siempre y cuando no hayan sido obligados", explica Laura Estremera, profesora de los cursos «Materiales y recursos para aprender jugando» y «Lectoescritura». Por eso conviene dedicar más energías a entender la etapa en que están y menos a forzarles a actuar como nosotros querríamos.

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Cómo aprenden los niños a compartir
La cuestión no es lo que queramos enseñarles, sino lo que aprenden mientras observan. Educar a través de un ejemplo coherente es lo esencial. A los niños les resulta más fácil comprender en qué consiste compartir cuando las personas que les rodean suelen estar dispuestas a hacerlo. Esto implica actuar con respeto y evitar contradicciones. ¿Qué pensarán si les obligas a compartir con otros niños, pero después te niegas sistemáticamente a permitirles tocar tus cosas? La fórmula basada en decir una cosa y hacer la contraria nunca da buenos resultados. Ni con la generosidad, ni con los gritos, ni con la alimentación...
En lugar de forzarles a hacer algo para lo que no están preparados, permíteles aprender a solucionar sus conflictos. No hace falta intervenir, salvo cuando aparezca la violencia. En lugar de sermonear y dirigir, acompáñales con palabras. Explícales qué es eso de compartir, pero verbaliza también lo contrario cuando un amigo no quiera cederles su juguete. Deja que ellos decidan cuándo compartir y cuándo no, que experimenten las consecuencias. Elige cuentos que toquen el tema. Fomentar la reflexión y la actitud crítica es más beneficioso y eficaz que promover la obediencia ciega.
Si respetamos sus tiempos y les acompañamos desde la calma, los niños alcanzan poco a poco ese nivel de madurez preciso para compartir. Desearán interactuar y relacionarse con otros, manejarán la empatía y aprenderán a anticiparse a lo que va a suceder. La Disciplina Positiva ofrece herramientas para recorrer el camino junto a ellos, actuando desde el equilibrio entre amabilidad y firmeza. Es inevitable que surjan problemas y berrinches. Pero si los gestionamos correctamente serán grandes oportunidades para aprender. En los cursos «Autoridad y límites», con Carlos González; y «Rabietas y límites desde el respeto», con Alberto Soler; encontrarás estrategias para educar también en momentos difíciles.