Muchas familias se preguntan qué pueden hacer para mejorar el ambiente en casa. Cuando el nivel de tensión es elevado y las peleas son demasiado frecuentes, una alarma se activa y comenzamos a buscar soluciones. Generalmente nos planteamos la posibilidad de cambiar la manera en que hacemos algo. Por ejemplo, diseñamos un nuevo reparto de las tareas domésticas o anunciamos normas y horarios más estrictos para los niños y adolescentes. El problema de esta clase de cambios, más motivados por una situación de crisis que por una determinación meditada, es que rara vez son sostenibles en el tiempo. Después de un par de semanas, todo vuelve al punto inicial. En ocasiones, cuando algo nos preocupa, nos inclinamos por soluciones radicales y complejas y olvidamos lo más sencillo y accesible. Mejorar el ambiente en tu hogar puede ser tan fácil como empezar a practicar la gratitud.
¿Alguna vez te has parado a pensar cuántas veces al día expresas agradecimiento a tus hijos o a tu pareja? Seguro que son muchas menos de las que te sientes agradecido. El 90% de los "gracias" que pronunciamos a lo largo del día son automáticos. Decimos "gracias" cuando alguien nos dice "salud" al escucharnos estornudar, o cuando nos devuelven el cambio en el supermercado. Por supuesto, no hay nada malo en ser educado. Sin embargo, ¿por qué no mostramos gratitud a los niños tras compartir una cena agradable? Evidentemente, no se trata de darles las gracias por 'portarse bien' en la mesa. Se trata de compartir lo bien que te has sentido durante ese rato juntos. Y, de paso, recordártelo a ti mismo.
Solemos dar por supuestas muchas cosas buenas y hermosas, pero no perdemos ocasión de expresar en voz alta un reproche. Practica la gratitud y verás cómo mejora el ambiente en casa.
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No puedes enseñar gratitud a tus hijos si tú no la aprendes primero
Uno de los objetivos esenciales de la educación es brindar a niños y niñas una serie de competencias útiles para la vida. Es tarea de los padres, por tanto, ayudarles a desarrollar esas cualidades. Esas son las cosas verdaderamente importantes. Imagina que llaman a tu puerta y que, al abrirla, encuentras al otro lado a tu 'hijo del futuro'. ¿Cómo te gustaría que fuese? Seguro que, si haces un listado de características, no incluyes algo como "que se porte bien a la hora de comer". Tampoco darás excesiva importancia a los estudios que haya completado, ni al trabajo que tenga. Pero es muy probable que sí desees que sea una persona empática, segura de sí misma, crítica... y también agradecida.
Esto demuestra que la gratitud es más importante de lo que acostumbramos a pensar. Tal como sucede con la empatía, caemos en el error de darla por hecha, como asumiendo que no es preciso hacer nada para que se desarrolle. "Tener una actitud de gratitud no es algo que surja de manera natural; es algo que debe aprenderse. La práctica regular ayuda a todos los miembros de la familia a desarrollar una actitud de gratitud", apunta Jane Nelsen, creadora del modelo de Disciplina Positiva.
No podemos pretender que los niños y adolescentes demuestren gratitud sólo porque les hayamos explicado lo importante que es, o porque insistamos en que digan "gracias" cuando el protocolo lo exija. Lo primero es hacer autocrítica y valorar si de verdad practicamos activamente la gratitud. Sea como sea, siempre hay margen de mejora. Y además, mejorar es sencillo.
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Ideas sencillas para practicar la gratitud en familia
La mayoría de las competencias realmente útiles para la vida se enseñan y se aprenden a través del ejemplo. Como habrás deducido ya, la gratitud no es una excepción. Aunque a veces estemos convencidos de que no nos escuchan, los niños nos observan con atención; y obtienen de nosotros, sus adultos de referencia, las herramientas que usan en su propia vida. Si tus hijos comprueban que eres agradecido, tanto con ellos como con otras personas, habrá muchas posibilidades de que desarrollen poco a poco una actitud similar.
Expresar gratitud de forma natural y frecuente no sólo sirve para que los niños aprendan. También hace que se sientan felices. Los peques tienen una necesidad natural de sentirse reconocidos y relevantes; y expresarles gratitud es alimentar ese sentimiento. El modelo de Disciplina Positiva propone una herramienta específica para practicar la gratitud: las hojas de agradecimiento. Puedes colgar en el frigorífico un papel en blanco en el que todos los miembros de la familia puedan escribir libremente aquello que deseen agradecer. Si no te gusta sistematizarlo tanto, simplemente puedes adoptar la costumbre de dejar notas espontáneas en lugares visibles, expresando gratitud a otras personas.
Además, las reuniones familiares según el modelo de Disciplina Positiva empiezan siempre con una ronda de cumplidos. Cada uno de los presentes tiene la oportunidad de manifestar algo positivo de otro. Por ejemplo, puede darle las gracias por algo que haya hecho desde la reunión anterior. Los recursos prácticos planteados desde esta propuesta pedagógica siempre buscan mejorar la comunicación y fomentar relaciones saludables en el hogar. En Escuela Bitácoras encontrarás «Disciplina Positiva», con Bei M. Muñoz; y «Disciplina Positiva de 8 a 16 años», impartido por Bibiana Infante y Violeta Alcocer. Dos cursos diseñados para transmitirte las claves de este modelo educativo, aplicado con éxito en todo el mundo.