Tus abuelos educaron a tus padres de la misma manera en que sus padres les habían educado a ellos. Y lo más probable es que tus padres hiciesen algo parecido contigo. Si tus abuelos castigaban a tus padres, es posible que tus padres te castigasen a ti; si tus abuelos creían en el bofetón a tiempo, quizá hayas recibido más de un tortazo supuestamente pedagógico. Las cosas han funcionado así durante mucho tiempo. El estilo y los recursos para la crianza y la educación de los niños se han transmitido de generación en generación. Los cambios, cuando los había, se producían de forma lenta. Sin embargo, desde hace algunos años esta tendencia ha cambiado sustancialmente. El acceso a información ha multiplicado las posibilidades de elegir para madres y padres.
Muchos de los referentes pedagógicos de hoy, como Maria Montessori, John Bowlby o Alfred Adler vivieron y trabajaron hace varias décadas. Hace alrededor de un siglo que alertaron sobre los problemas de los antiguos modelos educativos, en especial los relacionados con la autoridad y la disciplina. Pero es ahora cuando el resultado de sus investigaciones es accesible para casi todo el mundo. Actualmente, los padres no solo conocen la educación que recibieron en su infancia, sino que pueden estudiar y adoptar alternativas como la Disciplina Positiva o la Comunicación no violenta. Además, pueden cuestionar las prácticas aceptadas tradicionalmente, como el chantaje y el castigo.
Una familia es un organismo vivo. Lo que le ocurre a alguien que forma parte de un hogar no solo tiene consecuencias individuales, sino también para el resto de miembros y para las relaciones internas. Por eso es erróneo creer que lo que madres y padres hacemos para educar y marcar límites solo afecta a los niños.
Más información sobre el curso «Autoridad y límites»

¿Qué sucede cuando un adulto castiga a un niño?
Seguro que has leído un montón de artículos sobre cómo afectan los premios y los castigos a los niños. Numerosos expertos han estudiado el tema desde diversas perspectivas, con una conclusión general mayoritaria: no son eficaces. Un castigo puede llegar a modificar la conducta de un infante, pero no educa. Tanto la violencia física como los castigos "tienden a hacer que el niño se sienta temeroso y culpable, que reprima sus sentimientos", afirma John Bowlby, psicólogo que formuló la Teoría del Apego. Si el impacto emocional en el niño es tan importante, es lógico pensar que también lo será en el adulto que impone el castigo.
"Resulta curioso que muchos adultos inteligentes piensen que el castigo es la única alternativa que existe a dejar que un niño se comporte desordenadamente", continúa Bowlby, "una de las grandes ilusiones de la civilización occidental es la de que el castigo resulta eficaz como medio de control". Por eso este autor nos advierte también sobre las consecuencias del castigo en los adultos. "A menos que se aterrorice a un niño hasta sumirle en la inercia, el empeño en inculcar disciplina a los niños pequeños [a través de los castigos] está condenado al fracaso y, a quienes lo intenten, al agotamiento y la frustración", añade.
Es importante que madres y padres afrontemos esta reflexión. Que comprendamos que no solo se trata de que los castigos no funcionen, ni del daño emocional que pueden padecer los niños que los reciben. También es una cuestión de autocuidado. El estrés constante y el sentimiento de incompetencia son factores que generan una peligrosa inestabilidad en el núcleo familiar. Las relaciones entre miembros se deterioran; y en casos graves, esto puede llegar a desencadenar trastornos de ansiedad e incluso depresiones.
Más información sobre el curso «Claves para criar desde el apego seguro»

La alternativa segura: cuidar el vínculo y ver más allá de la conducta de los niños
Cuando un adulto opta por el castigo, está cimentando su relación con el infante en el miedo. Pretende que el niño no repita cierta conducta por temor a recibir un correctivo. Pero, como hemos visto, nadie está preparado para soportar relaciones basadas en el miedo. Ni la persona que padece el miedo, ni la persona que se ve obligada a infligir miedo una y otra vez. Porque para que los castigos sigan funcionando, suele ser preciso ir elevando su intensidad. Producir más miedo. Y cuanto más miedo se produzca, más tóxica se vuelve la relación.
"Las relaciones de apego en la infancia marcan nuestras vidas. Influyen en nuestras relaciones adultas y en cómo criamos a nuestros propios hijos", sostiene Soraya Sánchez en el curso «Claves para criar desde el apego seguro». Es responsabilidad de los padres entender que crear relaciones saludables, seguras y respetuosas con nuestros hijos es una cuestión de máxima importancia. Debe estar en lo más alto de la lista de prioridades. Es fundamental que pensemos dos veces antes de decir una palabra o hacer algo que pueda debilitar o dañar el vínculo que nos une a los niños.
Para ello es necesario intentar ver más allá del comportamiento superficial de los infantes. Generalmente no se castiga a un niño por algo abstracto, sino por una conducta concreta. No castigarás a tu hija por ser mala, sino por insultar o pegar a su hermano. Este enfoque solo tiene en cuenta una situación puntual; y en combinación con el castigo, puede deteriorar las relaciones familiares. Cuando nos detenemos a analizar las necesidades afectivas que puede haber detrás de un comportamiento, podemos buscar soluciones que no afecten a los vínculos.
En los cursos sobre autoridad de Escuela Bitácoras encontrarás herramientas prácticas para educar a tus hijos sin recurrir al miedo, al castigo o a las amenazas. El respeto mutuo, la comunicación sincera y la creación de relaciones saludables son los cimientos de un hogar equilibrado, en el que todos pueden sentirse valorados y queridos.