Los conflictos entre iguales están entre los más frecuentes en la infancia, sea en casa o en el aula. En un espacio en el que conviven dos o más niños pequeños es normal que surjan problemas, discusiones e incluso peleas. No se trata de que sean buenos o malos. Simplemente es parte de sus procesos de aprendizaje y maduración. Entre otras cosas, dos niños que discuten o pelean están aprendiendo a gestionar sus emociones y relacionarse con los demás. Por eso, ante conflictos de esta clase, es importante tener presente que estamos ante una oportunidad para acompañarles. Con un sermón o un castigo tal vez sofoquemos momentáneamente el incendio, pero lo más probable es que ese fuego resurja. Son recursos que no les enseñan ninguna habilidad útil para resolver sus diferencias de manera pacífica y respetuosa.
Aquí es donde surge siempre la pregunta del millón. "De acuerdo. Pero si no les castigo, ¿qué hago? ¿Dejo que hagan lo que quieran?". Rotundamente, no. Como suele decir Jane Nelsen, creadora del programa de Disciplina Positiva, "eliminar el castigo no significa dejar que los niños hagan lo que les apetezca". Se trata acompañar a los niños desde unos valores, teniendo en cuenta sus necesidades, sus emociones y su personalidad. Rudolf Dreikurs describía la conducta de los peques como un iceberg. Lo que observamos a simple vista es sólo una pequeña parte, pero si nos sumergimos podremos ver -y comprender- mucho más.
No es que actuar así nos garantice resolver todos los conflictos de inmediato. Tampoco los castigos tienen esa eficacia mágica. Pero lo que sí estaremos haciendo es trabajar junto a los niños en esos principios y destrezas que deseamos transmitirles. La empatía, la capacidad para expresar emociones, la asertividad para establecer sus límites, la comunicación respetuosa...

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Qué pueden aprender dos niños que han tenido un conflicto
Cuando dos niños pequeños tienen un desencuentro, suele haber alguien que hace daño y alguien que lo sufre. En ocasiones, los dos hacen ambas cosas. Pero, ¿qué pueden aprender de ello? En el curso «Acompañamiento emocional», la educadora infantil Laura Estremera reflexiona sobre conflictos entre iguales. "Uno debe aprender que puede y debe respetar. El otro debe aprender a expresar que merece ser respetado", explica.
Si tratamos al niño que ha sufrido el daño como una víctima ("pobrecito"), no le mostramos herramientas para defenderse de manera respetuosa. Y si le alentamos a responder de la misma manera ("si te pegan, la devuelves"), fomentaremos que se genere un círculo de violencia. ¿Cuál es la alternativa? "Podemos enseñarle a responder de forma no violenta: deben ser respetados sin dejar de respetar", apunta Laura. Una de las claves está en el lenguaje. Es importante que se atrevan a expresar sus emociones y sus límites. "Veo que no te ha gustado lo que te ha hecho ese niño. ¿Quieres decírselo?", sugiere Estremera.
A la hora de hablar con un niño que ha hecho daño a otro, es esencial diferenciar su emoción de su conducta. "Todas las emociones son válidas, pero hay conductas que no lo son", advierte la educadora. Debemos intentar reconocer la necesidad y las emociones que hay detrás de ese comportamiento. Es posible validar lo que el peque siente sin aprobar su conducta. "Veo que estás enfadado, pero no puedes pegar a los demás", propone Laura, a modo de ejemplo.

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La comunicación con niños en el contexto de un conflicto
Es evidente que hay momentos en los que un adulto debe intervenir en un conflicto. Hay límites que nunca deben ser rebasados, como el de la violencia física. Sin embargo, desde Disciplina Positiva se recomienda incidir en la observación y no entrar de lleno en el problema a las primeras de cambio. "La mejor forma de enseñar a nuestros hijos a pelearse es inmiscuirnos continuamente en sus peleas", sostiene Jane Nelsen.
Se trata, en esencia, de que el adulto no asuma permanentemente los roles de juez y verdugo. "Cuando tomamos partido por el niño que creemos que es víctima, le estamos enseñando a adoptar una mentalidad de víctima. Cuando siempre acosamos al niño que creemos que ha empezado, le enseñamos a adoptar una mentalidad de acosador", añade Nelsen. Por lo general, entrar en un conflicto y decidir quién es más culpable de los dos niños no ofrece resultados enriquecedores. El modelo de Disciplina Positiva propone poner a ambos en el mismo barco, sin tomar partido. Por ejemplo, si Carlota y Pedro han llegado a las manos, podemos pedirles tranquilamente que vayan cada uno a su cuarto hasta que estén dispuestos a resolver sus problemas sin violencia.
La Disciplina Positiva plantea numerosas herramientas prácticas para fomentar la comunicación respetuosa en el hogar. Un buen ejemplo de ello son las reuniones familiares, en las que siguiendo ciertas pautas podemos crear un contexto idóneo para debatir problemas y buscar soluciones en conjunto. O las tablas de rutinas, que reducen significativamente la cantidad de órdenes que el adulto se ve obligado a emitir -y repetir- a diario. De estas y muchas otras opciones nos hablan Bei M. Muñoz, en el curso «Disciplina Positiva»; y Violeta Alcocer y Bibiana Infante, en «Disciplina Positiva de 8 a 16 años».