Tenemos el Día de la Madre, el Día del Padre e incluso el Día del Abuelo. Pero... ¿qué ocurre con el Día del Hermano? Aunque tal vez sea el menos conocido de todos ellos, también existe. Cada 5 de septiembre celebramos el Día Mundial del Hermano. Y es que quien ha crecido rodeado de hermanos sabe lo importantes que pueden ser; y quien no, probablemente los ha echado en falta en algún momento de su vida. Los hermanos son confidentes infalibles, compañeros de aventuras y apoyos incondicionales. Pero eso no quita que, en determinadas etapas, también haya rivalidad y tensiones. Las peleas entre hermanos llegan a quitar el sueño a muchos padres.
"Los niños de una misma familia son a menudo extremadamente distintos, aunque tengan los mismos padres, el mismo hogar y el mismo vecindario", advierte Jane Nelsen, coautora del programa de Disciplina Positiva. Como sabes, esta propuesta está centrada en la creación de relaciones saludables y respetuosas en el hogar. Si tus hijos no se llevan bien y te ves obligada a tomar parte en sus conflictos a diario, es sencillo que el roce afecte a tu vínculo con cada uno de ellos. Por eso la Disciplina Positiva nos aporta herramientas específicas para gestionar, solucionar y prevenir las peleas entre hermanos.
1. Las peleas entre hermanos son normales
Para Jane Nelsen, "estar en una familia puede ser como estar en una obra de teatro". Cada persona desarrolla un papel, un rol dentro del hogar. Las disputas son parte del argumento. No olvides que los niños aprenden constantemente y lo hacen a base de experimentar. Pelear con un hermano es una forma de aprender a comunicar y a negociar, incluso de ejercitar una habilidad tan relevante como la empatía. A través de las discusiones comparten y ceden, exponen puntos de vista y analizan cómo reacciona su interlocutor. Por mucho que parezca que no hay más que gritos y tiranteces (que las hay), recuerda que las peleas también tienen un importante componente de aprendizaje.
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2. No resuelvas sus problemas
Hablamos de comunicación y negociaciones, de ensayar habilidades que les serán útiles en la vida. ¿Significa esto que tengamos que dejarles pelear, sin intervenir para nada en sus broncas? Como veremos, no exactamente. Pero en la medida de lo posible, sí conviene no aparecer para solucionar el asunto. Está bien controlar que no se rebasen límites, como el de entrar en el terreno de la violencia verbal exacerbada o incluso física. Sin embargo, si además de eso imponemos una solución, estamos enviando a los niños un mensaje poco alentador: "no podéis hacerlo por vosotros mismos". Te tomarán la palabra como si realmente hubieses pronunciado esa frase. Inevitablemente, te verás implicada en cada riña, condenada a tu papel de 'solucionadora'. Lo peor es que no siempre podrás actuar con frialdad ni disponer de toda la información, por lo que acabarás cometiendo injusticias. No vale la pena.
3. Mételos en el mismo saco
Pensándolo bien, ¿qué preferimos? ¿Encontrar al culpable del problema... o encontrar la solución? Sin lugar a dudas, la segunda es la opción más productiva. Decantarse por ella implica ser coherente hasta las últimas consecuencias. Puede parecernos obvio quién es el culpable y quién la víctima, pero debemos evitar encasillar a los niños en esos roles. Trátalos de forma ecuánime, no tomes partido y deja en sus manos la toma de decisiones. Puedes proponerles unas cuantas alternativas para resolver el conflicto, pero deben ser ellos quienes elijan y ejecuten la solución. Como es evidente, esta clase de negociación no siempre puede llevarse a cabo en el fragor de la batalla. A menudo, lo ideal es enfriar los ánimos empezando por escuchar a cada parte por separado.
4. Recuerda 'Las tres S'
En Disciplina Positiva manejamos un recurso muy poderoso para gestionar las peleas entre niños de corta edad. Jane Nelsen lo llama 'Las tres S': salir, soportar y sacarlos. 'Salir' consiste en acercarte al espacio donde se está produciendo el choque, asegurarte de que te han visto y marcharte sin decir nada. Muchas veces buscan nuestra atención para obligarnos a tomar parte en el problema, sobre todo si están acostumbrados a que lo solucionemos. Esta medida es una forma impactante de decirles que no estamos dispuestos. Si la cosa se pone muy tensa, optaremos por 'soportar'. Miraremos y escucharemos, pero sin intervenir. En ocasiones basta para que la intensidad disminuya. Si no es así, deberemos 'sacarlos'. Toma a cada uno de un brazo y llévalos lejos de donde estés, sin expresar enfado ni rabia. "Si queréis seguir peleando, hacedlo fuera", puedes decir. Actúa con firmeza y observa el resultado. Te sorprenderá.
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5. Escuchar sin juzgar
Es normal que las peleas entre hermanos consuman nuestra paciencia. No es que queramos dar la razón a ninguno de ellos: sólo ansiamos zanjar el problema cuanto antes. Sin embargo, un juez siempre acaba por cometer errores. Puede que eleves la voz, que caigas en la tentación de defender al que consideras más débil o que exijas responsabilidad sólo al hermano mayor. Todas estas medidas alimentan la tensión y, lo que es peor, el resentimiento entre ellos. En primer lugar, tenemos que asegurarnos de que se tranquilizan. Cuando son pequeños, un cuento, un paseo o simplemente un abrazo pueden cambiar radicalmente el escenario.
A continuación, escúchales desde la calma, por separado si es necesario; y enséñales a orientar la comunicación a la búsqueda de soluciones, separándolas de las emociones de ira, del clásico "odio a mi hermano" y similares. Ayúdales a comprender que tienen preferencias distintas en ese momento y que es preciso alcanzar un acuerdo. Y no olvides dejar claro que no vas a consentir que en casa gestionen sus diferencias a base de insultos o violencia de cualquier tipo.
6. Recursos para prevenir las peleas entre hermanos
No es sencillo lidiar con un enfrentamiento cuando ya se ha desatado. De ahí que el trabajo de prevención sea fundamental. Hay muchas cosas que podemos hacer para crear un ambiente en el que las disputas sean menos probables. Algunas son simples detalles, como mentalizarnos para evitar las comparaciones. Aunque las hagamos en un contexto inocente, confrontar a dos niños alimenta la rivalidad entre ellos. Busca actividades que podáis hacer en familia, en las que la cooperación tenga más presencia que la competitividad. Los ratos especiales con cada hijo y las reuniones familiares también contribuyen a que el hogar no sea un terreno fértil para las refriegas. Ante todo, párate a pensar en qué clase de situaciones aparecen los conflictos. Te sorprenderá comprobar cómo se repiten los patrones. Conocerlos es la mejor forma de adelantarse y evitarlos.
Por supuesto, todas estas estrategias exigen grandes dosis de paciencia y visión a largo plazo. La Disciplina Positiva es un modelo que actúa desde estas premisas, intentando brindar a los niños herramientas útiles para la vida. Las medidas cortoplacistas como los premios y castigos pueden liquidar situaciones desagradables por la vía rápida, pero también tener consecuencias negativas en las que no siempre reparamos.
Puedes conocer la propuesta de Lynn Lott y Jane Nelsen en «Disciplina Positiva», uno de los cursos más exitosos de Escuela Bitácoras, guiado por Bei M. Muñoz. Recientemente lo hemos complementado con «Disciplina Positiva de 8 a 16 años», en el que Bibiana Infante y Violeta Alcocer nos ayudan a construir relaciones respetuosas con los adolescentes.